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lunes, 14 de octubre de 2013

Delta Force.

        El hombre se puso en pie, tomó su rifle semi-automático M6 con el brazo derecho, el que aún no estaba inutilizado y escupió sobre el hombro; pero lo que salió de su boca no fue sino una masa viscosa de sangre combinada con saliva. el hombro izquierdo era una masa sanguinolenta y el hueso asomaba por donde debería estar el bíceps tonificado.Su traje de camuflaje verdoso, se había tornado rojo.

       Caminó con paso trémulo y divergente, con piernas vacilantes hacia la camioneta roja, de donde habían salido los cinco hombres que los habían atacado por sorpresa a él y a su compañero. No habían sido particularmente ágiles o sigilosos, sólo tenían una pequeña gran ventaja, el RPG con el que le habían disparado a la Humvee en que los dos Delta se transportaban. Al recibir el impacto del misil la camioneta salió disparada hacia el arcén para caer sobre la cuneta,  con las llantas hacia el cielo, como una cucaracha con el cuerpo tumbado hacia arriba, inutilizada. Su compañero -Delta 1-, murió al instante, con el volante incrustado en el rostro, mucho antes de saber siquiera qué había pasado. Se había ganado un pase indoloro y expedito al infierno.

         Pero esos sujetos, esos malditos indígenas con turbantes, o locales, si uno quería designarlos con un término menos peyorativo, no tenían idea de lo que era meterse con un Delta.

         Así que sin salir de la camioneta, de cabeza, tomó su rifle y con precisión mortal disparó cinco tiros, cada uno de ellos abatió a un hombre. Luego salió arrastrándose lastimeramente del auto, como un feto que sale por sí mismo del vientre, lleno de sangre y con huesos rotos.

         Pero uno de los hombres aún respiraba, así que siguió caminando hasta llegar junto a él. Alzó la bota y le pateó la quijada, la cual se rompió con un estentóreo chasquido, una descarga de dolor le recorrió la espalda, cruzado a través de todos los huesos rotos. El hombre aún respiraba.

        Delta 2 apuntó el rifle con su único brazo servible y disparó una única bala que le arrancó los dientes al hombre, y derramó sus sesos en el pavimento. 

domingo, 13 de octubre de 2013

La chica que nunca fue.

       Una lagrima salada como la brisa del mar le recorrió la mejilla y murió en sus labios. La chica, hermosa pero ingenua, se había dejado engañar por el traje Armani que vestía el hombre la noche anterior, por el corte de cabello de 50 dólares, su elegancia al hablar, el vocabulario aristocrático repleto de palabras que ella apenas lograba entender.

       Su cuerpo entero clamaba por que se abandonara al llanto, le pedía que se hiciera un ovillo y se metiera entre las sábanas y no saliera de ahí nunca más. Pero ella no era así, tenía que controlar la situación, poner manos a la obra, e intentar no pensar.

       Se levantó de la cama, no traía puesto nada más que las diminutas bragas, buscó el resto de su ropa, desperdigada por el suelo de la lujosa habitación, y se apresuró a vestirse. Revisó una vez más la nota que el tipo había dejado sobre el buró. Debía haberlo sospechado. Cuando él ofreció ir a un hotel en vez de a su casa, eso debía haber disparado al menos unas cuantas alarmas en su subconsciente. Pero ella, hechizada por el embrujo encantador, las había pasado por alto. Obviamente era un hombre casado, era la única razón por la cual un hombre atractivo no llevaría a una chica como ella a su casa, sobre todo con lo despampanante que lucía la noche anterior, con tacones altos y falda aún más corta. Pero ella se había negado a verlo.

       Entró al baño, se paró junto a la tina, recargó las manos en el lavabo y observó su rostro con atención. Un largo mechón rubio cruzaba su rostro, justo por encima del ojo izquierdo, unas ojeras púrpuras enmarcaban sus ojos, añadiéndoles una profundidad que los hacía parecer los de un ángel de alguna de esas pinturas barrocas. Sus labios gruesos y rojos resaltaban en contraste a la pálida tez de sus mejillas. Pero su cerebro parecía palpitar de ira dentro de las paredes de su cráneo, el dolor semejante a una hinchazón le nublaba los pensamientos, como si estuvieran enlazados entre sí únicamente por una vaga y fina conexión.

       Sin que fuera consciente de ello, una sonrisa comenzó a dibujarse en la comisura de sus labios. Si alguien hubiera presenciado ese momento, habría visto cómo el rostro de la chica durante una fracción de segundo se deformaba en una mueca maliciosa, habría visto un atisbo de locura en sus ojos.

       Tendría su venganza, de eso estaba segura.

       Sarah -su hermana- la vigilaba siempre. Y ella presentía que la noche anterior no había sido diferente, pese a que habían reñido por la tarde.

No sólo lo presentía, contaba con ello, lo deseaba.












     

martes, 8 de octubre de 2013

Manual del pequeño gran mentiroso. Lección 2: "The little Bull-Shitter"

Remordimientos. Una palabra que debes eliminar, no, extirpar de tu vocabulario.

Si eres inteligente sabrás que el remordimiento es un peso con el que no puedes cargar, al menos no durante un periodo extenso de tiempo, es como un yugo bajo el cual tu espalda se doblega y termina por romperse. Por eso, si no eres capaz de deshacerte de los sentimientos de culpa, o cuando menos anestesiarlos, entonces mi querido amigo, es hora de que abandones esta lectura, porque te tengo una desagradable noticia; no naciste para ser un little Bull-Shitter. 

Pero el hecho de sentir culpa, o algún tipo de malestar, ya sea físico o emocional, al mentir, no debe avergonzarte, al fin y al cabo todos somos humanos, y sería antinatural el no tener estos sentimientos, sería hasta un tanto creepy. 

 El truco entonces no está en no sentir culpa, es un sentimiento humano de lo más normal, pero si quieres poder mentir como un profesional, como lo haría un verdadero actor de método, entonces debes desarrollar tus propias técnicas para lidiar con ella, para darle la mano como haría un tierno amante y llevar a la culpa (siempre bien sujeta por la muñeca, pero con delicadeza al mismo tiempo, para que ni sospeche ni se pueda librar tampoco)  hasta el borde del precipicio. Susurrarle tiernas palabras al oído, derramar la miel espesa que brota de tus labios sobre su receptivo oído.

Y justo en el momento más álgido, cuando tus palabras la hagan recorrer un sendero hacia el orgasmo, entonces y sólo entonces, posarás tu cariñosa mano en su espalda y la empujarás hacia el vacío.

No debes de evitar la culpa, al contrario, debes abrazarla, comprenderla, amarla, y sólo cuando hayas terminado este proceso, podrás desecharla como el verdadero peso muerto que es.

lunes, 7 de octubre de 2013

Manual del pequeño gran mentiroso. Lección 1.

El truco no está en la mentira; ésta puede ser tan grande como quieras y de la índole más variada que tu pequeña y retorcida mente sea capaz de crear.

No, el verdadero encanto de una mentira bien contada, reside -escucha bien-, en los detalles, y entre más pequeños sean, mayor credibilidad tendrá tu historia.

Puedes decirle a la chica que eres astronauta, si lo quieres. Obviamente, ninguna chica te creerá, al menos no de antemano, pero cuando comiences a usar jerga que sólo un ingeniero usaría, cuando los movimientos de tus ojos y manos se asemejen a los de alguien que ha pasado su juventud y parte de su vida adulta entre libros, estudiando, entonces y sólo entonces tu mentira comenzará a cobrar forma.

No se trata de interpretar un papel; mas bien es sobre ser el personaje, no por completo, sólo en los pequeños rasgos, en los detalles.

          Si quieres pasar por un actor, tendrías que hablar de emotividad, de sentimientos, de sentir la vida y  no sólo vivirla, y mierda por el estilo; si quisieras que creyeran que eres un programador informático, usarías términos como variables, líneas de código, bugs y virus informáticos, o harías torpes analogías entre la realidad virtual (o VR, metiéndonos aún más en el personaje), y la realidad física.

No es una tarea sencilla, requiere esfuerzo, dedicación, pero sobre todo, centrar todo tu poder de concentración para que no haya grietas en tu historia.

          Así que, ¿a qué estás esperando eh? Sal al mundo y comienza a poner en práctica lo aprendido hoy. Muéstrale al mundo de qué estás hecho, que vean tu potencial. Y siempre que lo hagas recuerda estas sabias palabras: "miente como si hoy fuera el último día de tu vida".