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martes, 1 de diciembre de 2015
Some Psycho Shit!
Neil se acomodó en su asiento, llevó los brazos a la cabeza con expresión de autosuficiencia, entrelazó las manos tras la nuca y subió los pies al taburete que hacia las veces de mesa de centro en el consultorio de la doctora Nelson.
La psiquiatra le lanzó una breve pero mortífera mirada de reproche por encima de los lentes, un gesto habitual en la gente mayor pero que en una rubia despampanante que debería estar en pasarelas en vez de en un consultorio, resultaba fuera de lugar. Aún así esa mujer estaba rodeada por un aura de poder, y Neil bajó los pies del taburete al instante.
-Soy la última persona con quien se quisiera encontrar en una noche oscura, sin siquiera la luz de la luna para reconfortarla.
-¿A qué te refieres con eso? -preguntó ella, con un interés meramente académico, si acaso era interés.
-No lo sé doctora, es una frase que leí en alguno de los libros que me compró mi mamá, se supone que los libros me distraerían de mi problema.
-¿Recuerdas de qué era el libro?
-Es sobre un tipo que se pregunta durante media novela si acaso todos los hombres sienten los mismos impulsos de psicopatía que él, impulsos que lo hacen pensar durante gran parte del día en violar a las mujeres con quienes se va encontrando.
-¿Te sientes identificado con el protagonista de esa novela? -preguntó ella con seriedad al tiempo que garabateaba algo en su bloc de notas.
A Neil no le pasó desapercibido este hecho. El gesto de la doctora, la superioridad que mostraba en sus preguntas encendió algo en su pecho, un fuego iracundo entremezclado con excitación sexual. Las palabras salieron lacónicamente de sus labios.
-No. Si yo quisiera cometer un acto como ese, simplemente lo haría, no le andaría dando vueltas al asunto ni quejándome como marica.
Miró a la psiquiatra de hito en hito, esperando su reacción. Pero ella era profesional y no mostró expresión alguna. Su rostro parecía de mármol y no sólo por la palidez de su tez, sino también por su pétrea expresión.
-Háblame de tus pesadillas -pidió ella.
-Mis pesadillas son mías, nadie más debería cargar con ellas -respondió tajante-. Además no quisiera aburrirla doctora.
La fachada de tipo duro del adolescente se desmoronó. Neil cruzó los brazos sobre el pecho, en una actitud defensiva y su cuerpo se escurrió unos centímetros en el asiento. La doctora Nelson sabe que las pesadillas lo atormentan por las noches y lo hacen despertar bañado en sudor frío. Pero el chico simplemente no se abría.
La sesión terminó abruptamente, dejándolos como siempre a la mitad de un estira y afloja del que la doctora espera sacar paulatinamente algo de lo que el chico oculta.