“LO PEOR AÚN ESTÁ POR VENIR”
El detective Méndez le grita a los técnicos, les urge a apresurarse y detectar de dónde rayos viene la señal de ese video.
-Mierda, muchachos apúrense. ¡Qué alguien me diga ya si eso está en vivo o es una grabación! -aúlla él, imprimiéndole a su voz la urgencia de quién sabe que lo que pase en los próximos minutos decidirá si una persona vive o muere.
La mujer en la pantalla forcejea contra las esposas metálicas. El hombre del anorak salió momentáneamente de la toma, pero ha regresado. Lleva consigo en la mano izquierda un atomizador lleno de un líquido transparente, y en la otra mano una hoja marcada con rotulador.
Estira el brazo, apuntando hacia la mujer como si fuera un gángster empuñando un revólver, y comienza a rociarla de los pies a la cabeza, pasando por sus piernas y deteniéndose unos instantes de más en la entrepierna y el vientre bajo de ella. Entonces el hombre se acerca a donde está la cámara, la cual registra todo desde encima, en alguna esquina de la habitación. Mira fijamente a la cámara y aun a pesar del pasamontañas que le cubre el rostro, el detective Méndez es capaz de ver cómo sus ojos reflejan una sonrisa de oreja a oreja, como las del Joker en la serie de los sesentas de Batman. Levanta el brazo en el que lleva la hoja y la pone frente a la cámara:
“ÁCIDO + FEROMÓNAS DE MONO HEMBRA”
Y juguetonamente levanta también el atomizador mientras lo agita frente a la cámara, como lo haría un niño presumiendo su juguete nuevo. Le da la vuelta a la hoja de papel y el detective lee lo que hay en ella:
“TIENEN APROX. 15 MINS ANTES DE QUE EL ÁCIDO ACABE CON ELLA”
Tira la hoja al suelo, sale momentáneamente de la toma y al regresar, trae consigo una nueva hoja. La pone nuevamente frente a la cámara, para que su público pueda leer.
“O LO HAGA MI MASCOTA”
Uno de los agentes técnicos en infórmatica se acerca hasta Méndez y habla con miedo en la voz, el detective cree recordar que se llama Weston, uno de esos agentes que siguen pareciendo adolescentes y que muy probablemente hasta hace poco aún tenía acné en la cara.
-Señor, he...he...hemos perdido todo rastro de la señal -el tartamudeo vuelve a él, recordándole lo duro de su infancia.
-¿Entonces qué mierda hacemos, que pista tenemos para seguir? -pregunta Méndez intentando mantener la compostura.
-E..es...esta era nuest..t...tra única pista, todos los rastros nos llevaban directo a esta bodega, no tenemos más rastros que seguir señor -nuevamente el maldito tartamudeo.
En la pantalla, la chica se retuerce, agitando ferozmente el cabello castaño que asoma por encima de la máscara, como si con eso pudiera conseguir librarse de las cadenas.
-¿Qué se supone que hagamos entonces? -grita Méndez, con la voz ahogándose a medio camino con una piedra en la garganta.
-Yo n...n...no lo sé -responde el agente novato. Sus hombros caen y sus brazos cuelgan torpemente junto al cuerpo.
-¿Entonces qué vamos a hacer? ¡Mierda! no puedo aceptar que tengamos que quedarnos cruzados de brazos y limitarnos a sólo ver impotentes como este animal mata a una persona más- dice con resignación.
No lo acepta, pero sabe que eso es justo lo que pasará. No hay forma de que lleguen a tiempo para salvarla.
Páginas
▼
domingo, 10 de julio de 2016
domingo, 3 de julio de 2016
La Mujer del Viajero Espacial.
-Dime que no lo hiciste, dime que no lo hiciste -solloza la mujer de cabello castaño y ojos del color de la miel.
-¡Lo hice por nosotros, por nosotros! -bramó él hombre-¡De todas las personas creí que tú entenderías! ¡Lo hice por ti y por las niñas!
Su esposa, Vian, lo miraba con ojos vidriosos, el rostro enrojecido por la rabia, cuando habló, su voz estaba cargada de furia, pero también de dolor.
-¿Cómo es posible que el decidir abandonar a tus hijas sea una decisión tomada para ellas? ¿Abandonarme a mí? ¿Eh? ¡Explícame eso! -grita Vian Morgan al tiempo que lanza un golpe con ambas palmas hacia el pecho de su esposo y las lágrimas amenazando por salir hacen un nudo en su garganta -Oh dios mio, oh dios mío -vuelve a sollozar.
Ella intenta salir corriendo, hace un amago de entrar a la casa, pero él la toma entre sus brazos, y la estrecha contra sí con fuerza. Ella lleva las manos a la cabeza, intentando bloquear el dolor. Y así permanecen durante un minuto, en el pórtico de su casa en los suburbios, con el fresco viento nocturno agitándoles las ropas y millones de estrellas junto con la luna iluminando sus siluetas. A un lado de ellos la silla colgante que estaba ahí desde que compraron la casa, se mece silenciosamente con el viento. Las maderas de algún rincón de la casa crujen.
-La Tierra se está muriendo amor -dice él, hay cautela en su voz.
-Eso ya lo sé. ¡Mierda! -exclama ella.
-Si existe aunque sea una milésima de probabilidad de que allá sea habitable -dice él -entonces debo ayudarles a colonizarlo.
-¿Por qué tienes que ser tú, maldita sea? -pregunta su esposa jadeando -. Hay miles de personas que pueden ir en tu lugar.
-Ninguna de ellas es tan buena en su trabajo como yo -responde lacónicamente -. Me necesitan.
-¿Y crees que nosotras no te necesitamos?
-Amor, sé que mi lugar es aquí con ustedes, cada célula de mi cuerpo grita por que me quede, pero si no colonizamos ese planeta, entonces no habrá futuro alguno que resguardar para nuestras hijas, y de nada habrá servido el que yo me quedara.
-Tienes razón -concede ella.
Si ella se pudiera mirar a través de los ojos de su esposo, vería cuan fuerte y resistente la ve él. Vería lo mucho que Isaac Morgan la admira.
-Vian, es un mundo peligroso y a partir de ahora las niñas no estarán a salvo ¿lo sabes verdad? -pregunta él mirándola a esos intensos ojos castaños, deseando poder perderse en ellos.
-Lo sé -responde ella. En sus mejillas aún hay lágrimas corriendo, pero su voz es firme y decidida -. Pero yo me aseguraré que nada les pase. Las cuidaré con mi vida. Hasta que regreses.
-----------------
Capítulo anterior:
Terraformación
-¡Lo hice por nosotros, por nosotros! -bramó él hombre-¡De todas las personas creí que tú entenderías! ¡Lo hice por ti y por las niñas!
Su esposa, Vian, lo miraba con ojos vidriosos, el rostro enrojecido por la rabia, cuando habló, su voz estaba cargada de furia, pero también de dolor.
-¿Cómo es posible que el decidir abandonar a tus hijas sea una decisión tomada para ellas? ¿Abandonarme a mí? ¿Eh? ¡Explícame eso! -grita Vian Morgan al tiempo que lanza un golpe con ambas palmas hacia el pecho de su esposo y las lágrimas amenazando por salir hacen un nudo en su garganta -Oh dios mio, oh dios mío -vuelve a sollozar.
Ella intenta salir corriendo, hace un amago de entrar a la casa, pero él la toma entre sus brazos, y la estrecha contra sí con fuerza. Ella lleva las manos a la cabeza, intentando bloquear el dolor. Y así permanecen durante un minuto, en el pórtico de su casa en los suburbios, con el fresco viento nocturno agitándoles las ropas y millones de estrellas junto con la luna iluminando sus siluetas. A un lado de ellos la silla colgante que estaba ahí desde que compraron la casa, se mece silenciosamente con el viento. Las maderas de algún rincón de la casa crujen.
-La Tierra se está muriendo amor -dice él, hay cautela en su voz.
-Eso ya lo sé. ¡Mierda! -exclama ella.
-Si existe aunque sea una milésima de probabilidad de que allá sea habitable -dice él -entonces debo ayudarles a colonizarlo.
-¿Por qué tienes que ser tú, maldita sea? -pregunta su esposa jadeando -. Hay miles de personas que pueden ir en tu lugar.
-Ninguna de ellas es tan buena en su trabajo como yo -responde lacónicamente -. Me necesitan.
-¿Y crees que nosotras no te necesitamos?
-Amor, sé que mi lugar es aquí con ustedes, cada célula de mi cuerpo grita por que me quede, pero si no colonizamos ese planeta, entonces no habrá futuro alguno que resguardar para nuestras hijas, y de nada habrá servido el que yo me quedara.
-Tienes razón -concede ella.
Si ella se pudiera mirar a través de los ojos de su esposo, vería cuan fuerte y resistente la ve él. Vería lo mucho que Isaac Morgan la admira.
-Vian, es un mundo peligroso y a partir de ahora las niñas no estarán a salvo ¿lo sabes verdad? -pregunta él mirándola a esos intensos ojos castaños, deseando poder perderse en ellos.
-Lo sé -responde ella. En sus mejillas aún hay lágrimas corriendo, pero su voz es firme y decidida -. Pero yo me aseguraré que nada les pase. Las cuidaré con mi vida. Hasta que regreses.
-----------------
Capítulo anterior:
Terraformación