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sábado, 1 de febrero de 2014

Lauder.

Como bien sabrás a estas alturas, el camino del mentiroso –al menos el de uno comprometido al cien por ciento con su papel-, es solitario y carente de afecto.

No hay hombro alguno en el cual llorar cuando las cosas van mal, ni por el contrario existen palmadas en la espalda que señalen reconocimiento; tus triunfos y tus derrotas son solitarios por igual, como una acre masa gelatinosa adherida a tu alma. Uno de los consejos mas útiles que puedes seguir para camuflarte dentro de la sociedad y hasta parecer un miembro respetable de ella, es el de refugiarte detrás de una falsa sonrisa.

Es un método difícil, lo sé, pero puedes hacer como el bueno de Harold Lauder y practicarla quince minutos diarios frente al espejo, hasta que a ti mismo comience a parecerte genuina.

Sólo hay un pequeño contratiempo; la gente más perspicaz eventualmente notará que algo extraño ocurre en tu rostro, si miran con más detenimiento del normal, podrán notar cómo la sonrisa no llega hasta los ojos como debería hacerlo, sino que se limita a elevar las comisuras de tus labios en un artificioso ángulo y se detiene bajo las mejillas.

Por eso es menester que trates de pasar el menor tiempo a solas con cualquiera lo suficientemente sagaz como para detectar tu disfraz.

Pero confía siempre en el poder de la sonrisa, cuando las personas creen que posees el secreto de la felicidad, que conoces algo que el resto de los mortales ha pasado por alto para ser feliz, la gente comenzará a rodearte, a confiar en ti, y entonces podrás comenzar tu misión, sonriéndoles a la cara cuando quisieras escupirles entre los ojos.


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East or West

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