Los ojos del embajador Zelligman, hundidos detrás de unas profundas ojeras, no reflejaban compasión alguna. Las manos a la altura de la barbilla y espalda reclinada, con los codos sobre la mesa; todo en él dejaba traslucir una completa y absoluta concentración y una ferviente decisión.
Afuera, a través del enorme cristal que había en lugar de pared, el cielo de un azul oscuro
estaba a punto de cederle el paso a la fría noche de invierno. El piso en donde se encontraban el embajador y el Concejal Roger Willis, quien permanecía sentado frente al primero, estaba tan alto en el edificio que las nubes mas bajas estaban al alcance de la mano, eso claro de no haber estado sellados herméticamente todos los cristales a partir del piso 50.
-Ellos nos confinaron a este planeta- la voz del embajador era ácido-.Y ahora que se enfrentan a un enemigo que jamás podrán vencer acuden a nosotros por ayuda.
-Lo sé, pero ¿realmente merecen que les demos la espalda en este momento de angustia, ahora que todas y cada una de las razas que cohabitan con nosotros en la galaxia están al borde de la extinción?
-Mil años han pasado Willis, no lo olvides, mil años en que la Tierra, la cuna de la humanidad-esto último lo dijo sin disimular la ironía-, ha sufrido sobrepoblación, hambrunas, decadencia. La gente nace sin parar y cada vez tarda más en morir.
-No lo hago señor, pero un enemigo común se cierne sobre todos, sin importarle las diferencias que puedan existir entre las razas interplanetarias.
-Lo sé.
-Entonces no podemos simplemente ignorar todo y dejar que vaya extinguiendo la vida planeta por planeta.
-Creo Willis, que usted me ha malentendido, o quizá no he sido del todo claro, por supuesto que no les vamos a dar la espalda. Es más, vamos a proporcionarles el arma necesaria para acabar con el enemigo.
Los ojos del embajador brillaron con malicia, con rencor. Las venas de sus ojos resaltaban dejando ver el cansancio físico al que estaba sometido. Se dejó ir en el respaldo, su torso hundiéndose en el asiento, el cabello que al inicio el día lucía bien peinado e impoluto, ahora era una masa enredada que le caía sobre la frente.
-No estará pensando darles el arma que....
-Ya lo creo que sí. Es la única forma de acabar con el enemigo común. Acaso no ve la genialidad de todo. Es la única forma de acabar con un enemigo de semejante implacabilidad.
-Un arma cuyo disparo produce una explosión equivalente a un millón de bombas atómicas no dejará a casi nadie con vida en los planetas donde ocurran los disparos.Y aquellos a quienes la explosión no mate, la radiación lo hará. Y si los informes son correctos, los planetas que están siendo invadidos equivalen al 98% de los planetas con vida inteligente.
-Pero el proyectil disparado tiene una potencia atómica diez veces mayor a eso, así que dígame ¿qué enemigo sería capaz de resistir tanto poder?
-Está hablado de un genocidio masivo, de varios miles de billones de vidas, es un coste demasiado alto para frenar al enemigo.
-A mi parecer, es la única forma de terminar esta guerra de manera definitiva. Y al final la única raza que quedará en pie seremos nosotros. Y los humanos finalmente podremos alcanzar nuestro destino, conquistar la galaxia.
Ahora la noche y su oscuridad habían pasado a apoderarse del cielo. Ninguna estrella brillaba en el firmamento.