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martes, 30 de septiembre de 2014

Ascensión Volumen II

        Le tomó la blanca mano por última vez, le besó los labios rosas que al final habían perdido el brillo y bajó sus párpados, tapando para siempre los ojos negros, tan oscuros como su cabello de azabache.

        El recuerdo de ella era lo único que mantenía a Zach de pie. Su sonrisa en el instante previo al beso, la forma en que se pasaba la lengua por los labios para después morderse coquetamente el labio inferior, la manera en que pasaba sus brazos de piel marmórea sobre la nuca de un Zach que parecía pertenecer a otra dimensión.

        Una fresca brisa sopló de repente, ahí en medio del desierto, bajo el refulgente rayo del sol, un sol ardiente que lo trajo de vuelta al presente. "Zaaach...." el viento parecía traer un murmullo consigo. Los vellos del brazo se le erizaron, un escalofrío tan potente como una descarga eléctrica le recorrió la espalda. Por un instante juraría que ella estaba allí con él, sujetando su mano y dándole firmeza a su corazón.

        Un hombre, un hombre común y ordinario se acercaba con paso cadencioso y ágil hacia Zach, con el paso de un felino. Pero Zach sabía que no era un hombre ordinario, era algo mucho más siniestro. Lo que le resultaba extraño era lo fácil que había hecho salir a Randall Flagg -o como algunos le decían por los sueños, El Hombre Oscuro-, a su encuentro.

        Caminaba seguido por un séquito conformado por dos hombres, el que venía a la derecha de Flagg lucía contrariado, como si le incomodara todo aquello. El otro, el de la izquierda parecía un maniático, alguien recién salido de algún hospital psiquiátrico de máxima seguridad, y los vendajes con que llevaba envuelto el brazo derecho no hacía sino acentuar esa apariencia.

        -¿Tú eres Flagg? -preguntó con la voz en cuello, aparentando una seguridad que no sentía.

        En sueños, la vieja le había dicho qué hacer, qué decir, también le había advertido sobre el único desenlace posible para él. Pero en un mundo como este, la redención parecía ser lo único que podría aliviar el alma de un hombre, lo único a lo que aferrarse con total convicción.

         -Así es pequeño amigo.

         Zach desenfundó la Beretta que llevaba en el pantalón y la sostuvo a la altura de la cadera, bajó la vista hacia ella y vio por última vez sus bíceps y antebrazos tonificados. Nadie parecía haberse alarmado ante la visión del arma. Alzó la vista. Algo había cambiado en él, había dejado de ser un chico para convertirse en hombre. Y este nuevo hombre miró al Hombre Oscuro directo a los ojos.

        -Ellos vienen por ti Flagg.

        -¿Quienes? -preguntó divertido.

        -Redman, Underwood, Brentner y Bateman. Vendrán a cazarte. Dice la anciana que pagarás por la muerte de Nick y por haber llevado a Harold a la locura.

        Levantó la pistola hacia el hombre y jaló del gatillo.


        Zach había cargado la pistola apenas esa mañana, pero de ella no surgió ninguna bala; en su lugar un chorro de agua fue lo único que brotó.

        El Hombre Oscuro soltó una sonora carcajada.

        -No puedes matarme, nadie puede, ¿es que acaso no lo entienden?

        Zach cerró los ojos, y en su mente la vio de nuevo, tomó su mano y sintió cómo su alma se liberaba de las ataduras físicas cuando treinta balas de alto calibre acribillaron todo su cuerpo.



Capítulos anteriores:

Ascensión y Caída del Hombre Oscuro

East or West

Lauder
     
     

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