Los judíos fueron implacables, minuciosos, inmisericordes. Anoche quemaron toda nuestra literatura por ser considerada como profana, algo ofensivo para los ojos de su dios.
En un mundo donde la información digital es capaz de recorrer el planeta entero de ida y vuelta en sólo segundos, resultó impresionante ver cómo decenas de miles de libros ardían en medio de la avenida en una hoguera común. Como si de brujas se tratara y nosotros habitáramos Salem en vez de esta grande urbe metropolitana, contemplando cómo ardían sin poder hacer absolutamente nada al respecto.
Los judíos encarnaron a la perfección la versión del gran hermano que Orwell relató en su libro "1984"( libro considerado como uno de los más peligrosos y por lo tanto es altamente ilegal, su sola posesión es castigada con la muerte ). Ellos nos vigilan al girar la esquina, observan todos y cada uno de nuestros movimientos, nos obligan a tener televisores encendidos, transmitiendo las noticias del Alto Partido Judaico día y noche, incesantemente, sin descanso alguno.
Algunos hackers dicen, a través de páginas ocultas incluso para los usuarios de la deep web, que todo comenzó en el 33, cuando los judíos se sintieron fuertemente amenazados por aquel hombre en Alemania, quien no hacía el menor esfuerzo por ocultar su desprecio hacia ellos y cuyo nombre ya ha sido olvidado por la historia. Así que lo asesinaron y ascendieron al poder, primero en Alemania y después fueron extendiéndose por toda Europa Occidental, al principio de manera subrepticia , y luego, después de afianzar el poder desde las sombras, destapándose ante el mundo entero como una potencia continental unificada.
Luego fijaron su mirada en nosotros -en nuestras tierras llenas de petroleo-, cruzaron el Atlántico y nos invadieron de una manera apabullante, ayudados por los japoneses y los chinos, en una Alianza que terminó por vencer a los países de América.
Tengo que irme, si no me desconecto ahora, sabrán que estuve aquí. Ellos nos vigilan, espían todos nuestros movimientos y si me encuentran aquí, no quiero ni imaginar lo que puede pasarnos a mí y a mi familia...
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domingo, 29 de noviembre de 2015
sábado, 21 de noviembre de 2015
Tulpa.
Cuando el psiquiatra me preguntó si creía que era real, sentí ganas de lanzarme contra él, agarrarlo por el cuello, estrujárselo y gritar con la voz en cuello que yo no CREÍA que él fuera real, esa cosa era real.
Pero si me aferraba a ello, si decía la verdad, me encerrarían en un cuarto acolchonado y me meterían en una camisa de fuerza. No estoy loco ¿sí? Mierda, sé como debe de sonar, pero se los juro, es real.
Es un maldito monstruo, cobró vida, sólo me llevó un mes de psicóticos experimentos, de creerlo al cien por ciento, para que todas las pesadillas, todo el terror de mi mente subconsciente se tornará en una entidad física, bueno casi. Se alimenta de mis perversiones, de las cosas que me agradan pero jamás me atrevería a confesar, los crímenes y violaciones que habitan en el terreno fértil de mi imaginación.
Ya dije que es un monstruo, pero no es del tipo insectoide o reptílico que los mediocres directores de cine usan en una película de bajo presupuesto. No. Es una figura humana, o bastante similar a nosotros por lo menos. Imagina una silueta humana, pero perteneciente a alguien alto y desgarbado, una persona de dos metros. No tiene rostro, aún no, está hecho de sombras, pero puedes adivinar que cuando logre materializar un rostro, no será algo agradable de ver.
Me observa, siento sus ojos, o lo que sea que use para ver, deslizándose por mi piel. En las noches, en la madrugada cuando despierto de una pesadilla entre jadeos y sudor, siempre está ahí, en alguna de las esquinas de mi habitación, puedo sentir su depravada presencia, pero cuando giro mi cuerpo hacia dicha esquina, no hay nada. Le gusta jugar conmigo, confundirme, sabe que la amenaza de su presencia hace trizas mis nervios más que la presencia por sí misma.
Aún no hablaba, sólo lanzaba gemidos guturales desquiciantes. Sonidos que son como chirridos dentro de las paredes de mi cráneo. Pero hoy habló por fin, de la misma manera torpe y lacónica en que lo hace un niño de 2 años. Y déjenme decirles algo, su voz me volvió suicida. Un sonido tan espantoso, sólo puede salir de las profundidades del mismo infierno. Si esa cosa salió de mi cabeza y se creó con mis pensamientos, entonces el infierno es real, el infierno existe dentro de nuestras mentes.
Así que mi única opción es tomar el cuchillo de allá, sí, ese que está encima de la barra de la cocina y cercenar las venas de mi muñeca de una forma tan brutal que no haya reparo, para caer en las cálidas y tranquilas aguas del olvido.
Pero si me aferraba a ello, si decía la verdad, me encerrarían en un cuarto acolchonado y me meterían en una camisa de fuerza. No estoy loco ¿sí? Mierda, sé como debe de sonar, pero se los juro, es real.
Es un maldito monstruo, cobró vida, sólo me llevó un mes de psicóticos experimentos, de creerlo al cien por ciento, para que todas las pesadillas, todo el terror de mi mente subconsciente se tornará en una entidad física, bueno casi. Se alimenta de mis perversiones, de las cosas que me agradan pero jamás me atrevería a confesar, los crímenes y violaciones que habitan en el terreno fértil de mi imaginación.
Ya dije que es un monstruo, pero no es del tipo insectoide o reptílico que los mediocres directores de cine usan en una película de bajo presupuesto. No. Es una figura humana, o bastante similar a nosotros por lo menos. Imagina una silueta humana, pero perteneciente a alguien alto y desgarbado, una persona de dos metros. No tiene rostro, aún no, está hecho de sombras, pero puedes adivinar que cuando logre materializar un rostro, no será algo agradable de ver.
Me observa, siento sus ojos, o lo que sea que use para ver, deslizándose por mi piel. En las noches, en la madrugada cuando despierto de una pesadilla entre jadeos y sudor, siempre está ahí, en alguna de las esquinas de mi habitación, puedo sentir su depravada presencia, pero cuando giro mi cuerpo hacia dicha esquina, no hay nada. Le gusta jugar conmigo, confundirme, sabe que la amenaza de su presencia hace trizas mis nervios más que la presencia por sí misma.
Aún no hablaba, sólo lanzaba gemidos guturales desquiciantes. Sonidos que son como chirridos dentro de las paredes de mi cráneo. Pero hoy habló por fin, de la misma manera torpe y lacónica en que lo hace un niño de 2 años. Y déjenme decirles algo, su voz me volvió suicida. Un sonido tan espantoso, sólo puede salir de las profundidades del mismo infierno. Si esa cosa salió de mi cabeza y se creó con mis pensamientos, entonces el infierno es real, el infierno existe dentro de nuestras mentes.
Así que mi única opción es tomar el cuchillo de allá, sí, ese que está encima de la barra de la cocina y cercenar las venas de mi muñeca de una forma tan brutal que no haya reparo, para caer en las cálidas y tranquilas aguas del olvido.
sábado, 7 de noviembre de 2015
Youtube
Ávidos lectores, avisándoles que ya tambien pueden no sólo leerme, sino tambien verme en you tube.
Tengan un excelente sábado y recuerden: los peores monstruos son los que viven en nuestras cabezas. google-site-verification: google1cb99913308fe9f8.html
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