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sábado, 12 de noviembre de 2016

Zombie (2)

Un zombie es como una versión mejorada de ti. Una versión implacable de ti. Sin miedo, sin cansancio, sin dolor. No siente hambre, el sueño jamás torna pesados sus párpados, el hambre nunca fastidiará su estómago.

El edificio gigante de apartamentos a donde habían llegado Aaron y su hermano menor Isaac, permanecía a oscuras, únicamente resguardado de las tinieblas más profundas debido al resplandor mortecino de color índigo de las luces de emergencia.

Caminaban sigilosamente por un pasillo largo -un pasillo que parecía sacado directo de las pesadillas de algún maniático encerrado en un manicomio-, el terror guiaba sus pies convirtiéndolos en centinelas silenciosos que se movían con cadencia y precisión.






Los zombies hacían que te cagaras de miedo, eran terroríficos, pero lo que los vivos podían hacerse unos a otros, lo que él y su hermano habían hecho, era terriblemente peor. Los muertos se limitaban a matarte, a arrancarte pedazos de carne mientras gritabas y te convulsionabas gritando por ayuda, pero una vez morías, la pesadilla terminaba. Mataban por instinto, por que era lo único que sabían hacer.

En cuarentena se habían encontrado con una mujer que su hermano Isaac odiaba, la detestaba de la manera más cruel en que un hombre puede odiar a una mujer, un odio que sólo puede nacer del rechazo, de la vergüenza de ser repudiado en público por la mujer a quien has amado en secreto durante años. Isaac se limitaba a mirarla de soslayo, una y otra vez, incesantemente durante las horas que pasaron encerrados. Y Aaron se percataba de ello.

Pero entonces, cuando el ejército abandonó la zona, cuando abandonaron a los civiles de la cuarentena a su suerte, entonces fue cuando se desató el infierno. Más de cien personas atrapadas en el gimnasio de una escuela pública. Isaac y media docena de hombres más se hicieron con algunas de las armas abandonadas por el ejército. Y entonces hubo violaciones.

Las violaciones desencadenaron en asesinatos. y los asesinatos en suicidios. Isaac fue el instigador de esto, llevo a la mujer a una esquina, apuntalándola con el rifle semi-automático y la poseyó ahí mismo, sobre el frío suelo de duela del gimnasio. Aaron intentó disuadirlo, pero nunca había sido un hombre bueno. La lujuria siempre había dominado por sobre su carácter, Y cuando vio a la mujer desnuda, vulnerable y resignada a ser poseída por él,  una vez su hermano hubo terminado, la lujuria se apoderó de él y él también se volvió parte de los victimarios en ese pequeño infierno. La poseyó mientras su hermano miraba fijamente y con macabra fascinación en los ojos.

Y ahora, ahora caminaban por ese pasillo decadente,iluminado por el rojo color sangre de las luces de emergencia y Aaron no podía alejar de sus pensamientos los actos terroríficos que había cometido. Si los zombies cayeran sobre él y lo despedazaran lentamente, no le importaría, sería un castigo más que merecido, y al menos así , con la muerte, dejaría de ver a la mujer agonizante bajo él, dejaría de escuchar sus débiles gemidos de dolor, en cámara lenta y en repetición una y otra vez dentro de su cabeza. Al menos con la muerte, llegaría también la paz mental.

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Esta historia continúa en:

Zombie (3)

Capítulos anteriores:

Zombie

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