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jueves, 4 de septiembre de 2014

El Primer Retorno (Raykof Harkonnen)

      Los antepasados de Raykof Harkonnen le habían enseñado qué era el honor a la hora de matar a un hombre. Dado que lo más traicionero, la acción más cobarde que un hombre puede hacer es apuñalar a otro por la espalda; su opuesto, lo honorable debe ser mirarlo a los ojos mientras  la chispa de la vida los abandona.

      Y esta vez no fue diferente. El hombre había buscado pleito, lo había retado a un duelo; Raykof había aceptado, y ahora finalmente, después de una lucha encarnizada en donde ambos hombres se deslizaban sobre las puntas de los pies intentado alcanzar al otro y traspasar el escudo de energía personal que protegía a cada uno de ellos, finalmente Raykof había logrado deslizar su cuchillo con empuñadura de fibra de vidrio y filo de aleación de titanio primero a través del escudo -el cual si bien era impenetrable cuando de proyectiles lanzados a gran velocidad se trataba, o invulnerable ante los 95 kilos de musculatura de Raykof, -, tenía un punto débil: un cuchillo o cualquier objeto punzante, presionando a la velocidad adecuada, podía traspasarlo y con ello se podía herir de muerte al usuario del escudo.

       Cuando Raykof sintió la cálidez de la sangre de su oponente deslizarse por su propia mano como un insecto de patas largas y tibias descendiendo por su antebrazo, fue cuando miró a los ojos al hombre. Desactivó su escudo, el aura de luz casi imperceptible que vibraba alrededor suyo se desvaneció y Harkonnen quedó sin protección.

       -Jamás retes a un Harkonnen.

       Una exclamación ahogada  recorrió la audiencia que observaba con oscura fascinación el duelo. Ninguno de los presentes había conocido jamás a alguien que llevara ese apellido -es mas,  ni siquiera sus abuelos lo habían hecho-,  hace generaciones que se creía que el apellido se había extinto, que sólo pertenecía a los libros de historia.

        Raykof era consciente de ello. El apellido que portaba era tabú, la historia y los Atreides se habían encargado de que así fuera, convirtiendo el apellido en sinónimo de traición. Pero la verdadera traición había sido cometida por los Atreides.

       Pero no importaba, ahora los Harkonnen eran inmensamente ricos, y tras una larga espera de varias generaciones, finalmente volverían al centro del imperio galáctico y reclamarían el lugar que por derecho les pertenecía. Así tuvieran  que emplear la fuerza y aplastar a quien se interpusiera en su camino, y Raykof contaba con ello.

       Raykof "El Toro" Harkonnen no era más que la punta de lanza envenenada de lo que vendría a continuación. Los Harkonnen harían arder la galaxia, harían pagar a las otras casas el haberlos exiliado durante siglos e impondrían un nuevo orden. Un orden sangriento donde sólo los más fuertes, los más violentos tendrían cabida.






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Nota del Autor:

Sigamos con la historia de Iblis Ginjo. Tras la muerte de Serena Butler, la batalla contra las máquinas pensantes se recrudece. A tal punto que los humanos entran en una especie de modo, aniquilarlas sin importar el costo, sin importar el medio...

Iblis Ginjo hace un anuncio: Se ha aliado con los tleilaxu (humanos de un planeta que no está asociado a la Liga de Nobles y que tampoco ha sido conquistado por las máquinas. Los tleilaxu suelen hacer avances tecnológicos en genética considerables). Y juntos, van a proveer a los soldados humanos heridos con uno de sus grandes avances. Han creado granjas de órganos sintéticos, capaces de ser trasplantados a cualquier persona, con lo que muchos de estos soldados veteranos, incapacitados, podrán volver a la guerra.

Pero hay un oscuro secreto. Estas "granjas" de órganos creados de manera sintética, no son reales. Son sólo una fachada para el verdadero plan de Iblis. Él, junto con los tleilaxu, están secuestrando  cientos de miles de personas inocentes de los planetas no alineados y es de ahí de donde consiguen los órganos que usan para los soldados. Dejan morir lentamente a esta gente, quitándoles sus órganos poco a poco, conforme los van necesitando.

Xavier Harkonnen se entera de esto en la visita que hace al planeta de los tleilaxu y decide poner fin de una vez por todas con las maldades que Iblis está cometiendo en nombre de la Yihad. Cuando salen del planeta de los tleilaxu, Xavier Harkonnen secuestra la nave en la que viaja junto con Iblis, y decide lanzarla contra el sol de ese sistema solar. Sacrificándose así por toda la humanidad inocente que había sufrido a manos de Iblis.

Antes de morir, Xavier envía con su ayudante una carta a su mejor amigo: Vorian Atreides. En la carta, Xavier explica los planes de Iblis y todos los actos viles que había cometido. También le avisa a Vorian sobre su plan para poner fin a su vida y así acabar con la maldad de Iblis. Pero le pide a Vorian que por favor no haga pública toda esta información, ya que Iblis es una de las personas más respetadas y más importantes para la Yihad, y si la verdad llegara a conocerse, si la gente supiera que Iblis es en realidad un monstruo, la llama de la lucha contra las máquinas se apagaría por completo.

Es así como Vorian, al final del segundo libro, se guarda la carta y decide honrar el último deseo de su amigo y héroe. No va a revelar la verdad hasta que la Yihad haya terminado y las máquinas pensantes hayan sido aniquiladas.

Y de esta manera el apellido Harkonnen pasa a la historia como sinónimo de alta traición.

Pero esto aún no explica el odio visceral de los Harkonnen contra los Atreides. Recuerden la frase de la novela original: "Los Harkonnen odian a los Atreides, porque fue un Atreides quien mando a un Harkonnen al Exilio por Cobardía."

Pero la explicación a esto es algo que me tengo reservado para el siguiente capítulo...





Esta historia continúa en:

Harkonnens: Anteposición 



Capítulos anteriores:

Harkonnens: Príncipes en el Exilio III 

Harkonnens: Príncipes en el Exilio II 

Skyler Harkonnen 

Blur Harkonnen 

Harkonnens: Príncipes en el Exilio 

Harkonnens: Lenkiviel 

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