Artículo escrito por Juan Carlos Núñez Macías. Artículo de Invitado #94
Es triste, pero cuando escuchamos o pensamos en productos mediáticos hechos
en México, probablemente en lo primero que pensamos es en productos de baja
calidad. Y vamos, quizá es en parte culpa de nuestro malinchismo cultural y
social, y en parte tiene que ver con las últimas series y películas mexicanas
que han llegado a nuestras pantallas. Pocas, y en verdad muy pocas, son las que
han logrado sobresalir a lo largo de los (no tan últimos) años.
Hoy quiero hablarte de una de ellas que recién acaba de llegar a la plataforma de Amazon Prime. Seguro de las que más me han dejado con un buen sabor de boca y el corazón rebosante.
Y vamos siendo claros antes de continuar: no es el tipo de serie que te va
a cambiar la vida ni que plantea el dilema filosófico-existencial que dará un
vuelco al mundo o explora los límites de la física cuántica. No. Es una comedia
romántica, cuyo único fin es entretener —y con un poco de suerte para los
cursis sin remedio como yo—enamorarse y soltar uno que otro suspiro. Pero el
hecho de que sea una comedia, no la convierte en un producto hueco, vacío o
banal. Por el contrario, nos topamos con una historia de matices, real y humana,
muy de la época actual, con los problemas, dilemas y situaciones de nuestra
generación.
Así empieza todo: supón que tienes una relación de 10 años —nada fácil de
decir en estos tiempos de usar y tirar—y ambos son actores. Entonces, en la
noche especial que se reestrena por décima vez, la única película en la que has
logrado el éxito, decides proponerle matrimonio a la que supones —y recalco,
supones—es el amor de tu vida. Pero bueno, la vida es fanática de reírse de los
planes de uno, por lo que bueno… descubres, gracias a uno de los reporteros,
que tu amor… disfrutaba de más en los brazos —bueno, en todo el cuerpo—de
alguien más.
Y todo lo que conocías en los últimos 10 años, se desvanece.
Pero la vida sigue, y no hay nadie mejor para recordártelo que tus amigos.
Y esta serie tiene el grupete más
original y leal de la televisión, cada uno de ellos con sus matices, sus
problemas y sus claroscuros, todo para darle a la trama los contextos y la
emoción en la justa medida para hacer de la serie algo más auténtico. Porque
justo ahí radica parte del encanto de lo que podemos encontrar a lo largo de
los 10 capítulos de aproximadamente 30 minutos que componen —lo que espero
sea—la primera temporada: el valor de la amistad.
Aquí sus amistades son retratadas como el sostén incondicional en la vida de Sebastián, el
protagonista, en quienes encuentra no sólo el apoyo, sino la comprensión y el
empuje que lo devolverán de regreso al mundo, evitando así que se desvanezca en
su propia soledad y miseria.
Y, por otro lado, tenemos —claro que sí—el amor. Ese amor bonito que llega
no tocando la puerta sino rompiéndola, ese que te sacude, que te cura, que le
regresa el sol al panorama oscuro. El que te hace creer de nuevo.
Pero para llegar a él, es necesario pasar por una serie de etapas y
situaciones por las que estoy seguro, TODOS hemos pasado, lo que genera que sea
más fácil conectar con la trama y los personajes de una manera casi natural y
sin darte cuenta. Porque además, la serie te va llevando por temas que hoy en
día son importantes: desde las tácticas de “coaching”
emocional para encontrar la felicidad, hasta las citas en internet y lo banal
detrás de ellas —y de nuestra realidad tristemente—así como el proceso de auto reconstrucción y lo que los psicólogos se han obstinado en llamar
resiliencia, o sea, la capacidad de adaptación a un nuevo entorno y situación.
Pero vamos, que todo esto se presenta a través de situaciones fácilmente
identificables como cotidianas y sin tanta profundidad, pero sin perder el
impacto de la crítica social detrás de la serie.
Por que las series son como cualquier otra historia de la vida: llegan a tu
vida sin esperarlo y en el momento adecuado, justo cuando algo dentro de ti lo
necesita para verse como en una especie de espejo multidimensional a todo color
para vivir a través de la historia y comprenderte a ti mismo en el proceso. Eso
hay detrás de “Cómo sobrevivir soltero”,
una serie que en lo personal, me ha dejado emocionado, picado, riendo a carcajadas, llorando en más de una ocasión, y el
corazón rebosante de la sensación y la certeza de que ese amor bonito sí
existe y encontrarlo y disfrutar de él, puede suceder de la manera más inadvertida
posible y en el momento menos esperado, donde lo único que se necesita, es
tener las agallas de aceptarlo, encararlo y vivirlo sin miedo.
Sin duda, esta serie es sólo una muestra de los productos de calidad que se
producen en México —de forma masiva, claro, porque de manera independiente se
hacen joyas, de eso no hay duda— y que además, gracias a las bondades de las
nuevas tecnologías, tienen la oportunidad de llegar a todo el mundo.
Producciones así merecen el apoyo y la oportunidad de más de un televidente que
esté dispuesto a invertir algunas horas de su día, relajándose y riendo con el
talento y la creatividad que se siembra en nuestro país.
Sí se puede, y lo sabemos hacer bien. ¡Sí, señor!
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