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martes, 29 de noviembre de 2016

Rorschach: Diario de Walter Kovacs (5)

La sangre que mancha estas manos antinaturales que son las mías pero no lo son, es mi sangre, pero también es la sangre de cientos de miles de personas. Aunque es mi sangre, no es la sangre de Walter Kovacs. No.

Pertenece a alguien más; a un símbolo. A Walter Kovacs nadie lo recordará, nadie lo llorará en su funeral, pero a este hombre convertido en símbolo, en leyenda, a él sí. Él puede llegar a representar algo para generaciones venideras.

Percibo una advertencia. Una voz que intenta disuadirme, hacer que cambie el rumbo que mi vida está tomando. No lo haré. Negar mi destino es inútil, además de imposible.

Y despierto, salgo de la ensoñación.

Llevo 3 horas esperando desde mi auto, una maldita nevera con ruedas, viendo cómo los 3 chicos alcoholizan lenta pero paulatinamente a las chicas. Andrea Hazlett y una porrista.

Sólo hay un posible desenlace para el escenario que estoy presenciando.

Pero los sentimientos en mi pecho, los pensamientos en mi cabeza son extraños. No los reconozco. Por un lado una pequeña parte de mí desearía hacer lo que ellos tienen planeado para con ellas. Pero pasa ese instante y el pensamiento queda olvidado, sepultado. Pero... ¿haría lo mismo que ellos en su lugar? Un escalofrío recorre mi espalda, llevando consigo la gélida respuesta.

Entonces comienza todo. Me coloco el pasamontañas blanco, garabateado con rotulador negro, sobre la cabeza y salgo al frío aire otoñal.



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