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martes, 18 de junio de 2019

Aliento de Dragón: Magos y Plebeyos



Eon Musk finalmente había abandonado la seguridad de su casa y había salido del pueblo. Se encontraba caminando por el Bosque Oscuro, por el sendero para los viajeros.

Iba ataviado con su chamarra café favorita y unos pantalones claros que ahora parecían negros, ambos de piel de algún animal exótico, también llevaba una camisa blanca que ya olía demasiado a sudor, y las botas que sus tíos le habían regalado específicamente para este viaje. En esa época del año, casi a punto de llegar el invierno, casi nadie viajaba, así que Eon había disfrutado de una plácida soledad durante los dos días que llevaba su viaje.



Sus tíos le habían conseguido un puesto de aprendiz en la capital, en nada menos que en el castillo del rey. Su madre se había puesto a dar pequeños saltitos de júbilo al enterarse de la noticia, Eon, les había agradecido honestamente a sus tíos. No le gustaba deberle nada a nadie, y sabía que era lo suficientemente talentoso con su magia como para eventualmente lograr granjearse un puesto dentro de la corte. Pero sus tíos habían adelantado mucho todo ese proceso.

Así que lo más pronto posible, trataría de pagarles el favor, y de esta manera quedar libre de ataduras. No les debería ya nada y se esforzaría por forjar por sí mismo su nuevo camino. Aunque entraría como aprendiz de un contador, un puesto sumamente menor dentro de la corte, a Eon esto no lo desalentaba, ya que sabía que sería sólo cuestión de tiempo para que gracias a sus habilidades y su magia, comenzara a destacar.

Aún así, en su fuero interno sentía cierta rabia por poner al servicio de la corona, y de los nobles, sus dotes mágicas. Toda la familia de Eon había salido adelante gracias a sus propios méritos y cada día durante lo que duró su formación académica, veía con rabia cómo los nobles tenían todas las comodidades, todos los lujos, y especialmente todo el acceso a la información que pudieran desear, al alcance de la mano, por el simple hecho de haber nacido dentro de una familia noble.

Siempre odió a esos niños mimados que lo tenían todo, mientras que veía cómo sus tíos, junto con su madre, se rompían el lomo administrando la fábrica de telas y después comercializándolas de sol a sol en las calles de su ciudad natal, gracias a lo cual, Eon podía estudiar al mismo nivel que los niños nobles. Y mientras, la clase privilegiada, los padres de los niños que estudiaban junto con Eon, se beneficiaban de los impuestos que la gente trabajadora (como sus tíos) debía pagar, y se volvían cada vez más ricos.

También estaba aquello que no enseñaban en la escuela, aquello a lo que sólo hacían una breve mención y después pasaban de largo. Aquello que aún vivía en la memoria colectiva de las personas que tenían magia. Los años oscuros para los magos durante el reinado de Uther Pendragón. Una época en que los magos se salvaron de la extinción únicamente gracias a las ingentes cantidades de ellos que fueron enviados al exilio al Norte, más allá del muro de Adriano. De eso habían pasado ya más de cien años, después, el legendario Rey Arturo había aceptado a la mayoría de vuelta, pero los hechiceros jamás habían tenido una retribución verdadera para las afrentas sufridas...



Eon Musk iba completamente ensimismado en sus pensamientos, cuando de pronto, a su alrededor el bosque terminó. Los árboles quedaron atrás de él, las penumbras dieron paso al sol de media tarde, y frente a él, nada. Eon se paró de golpe al percatarse de que estaba a punto de caer hacia el abismo. Se encontraba parado ante un inmenso risco, y de haber dado un par de pasos más, habría caído por él. Desde donde se encontraba tenía una vista panorámica de toda la capital.

Veía las casas que se agolpaban unas junto a otras lo más pegado posible a las paredes del castillo, rodeándolo por todos los lados. Pero aún no estaba tan cerca como para poder admirar a detalle los inmensos muros del castillo ni los rastrillos de las entradas.

Dio media vuelta y se volvió a adentrar en el bosque, ya estaba cerca de su destino. Hizo una pequeña anotación mental: no ensimismanrse dentro de su mente cuando estuviera caminando por terrenos desconocidos.

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Siguiente capítulo:

Magos y Plebeyos (2)

Capítulos anteriores:

La Guardia Draconiana (3)

La Guardia Draconiana (2)

La Guardia Draconiana


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