viernes, 24 de mayo de 2019

Aliento de Dragón: La Guardia Draconiana (2)



Ilan Thorpe ya podía vislumbrar los enormes muros exteriores del castillo, pero aún le faltaba atravesar las calles llenas de casas y comercios que había en su camino. El castillo era tan enorme que todas las edificaciones que lo rodeaban parecían pequeños bloques del juguete de algún niño.

Comenzó a caminar por las amplias calles de tierra, la gente pasaba apurada junto a él hacia todas direcciones. Un par de chiquillos jugaban más allá, bajo la atenta mirada de sus madres. En los bordes de la calle los mercaderes acomodaban sus productos y algunos otros pregonaban a voz en grito las bondades de los suyos. Ilan fue hasta un pozo, la caminata le había dado sed y quería refrescar un poco su garganta.

-Hola Ilan -dijo una voz risueña a sus espaldas.



Al momento en que se volteó, una visión angelical llenó su mirada. La chica que lo había saludado era la joven y tierna Aliana. Llevaba puesto un vestido amarillo que la hacía lucir todavía más inocente de lo que era.



-Hola Aliana -contestó él -¿Qué haces por aquí?

- Tengo que llevar esto a un lugar cerca del castillo. Es un encargo de mi padre -respondió ella al momento que señalaba la canasta que llevaba colgada en el brazo, y en la cual Ilan no había reparado hasta ahora -¿Y tú? -preguntó con coquetería, al tiempo que con un movimiento del cuello hacía ondear su cabello castaño.

-Yo tengo que ir justamente al castillo.

-¡Qué bien! -exclamó ella -¡Podemos ir juntos!



Ilan no supo qué responder, no se le ocurría ningún motivo para que Aliana no lo acompañara un poco en su trayecto, pero no lo sentía correcto. A Ilan le gustaba mucho Aliana, era probablemente una de las chicas más bellas del reino, pero también sentía un gran aprecio por esa chica dulce, y sabía que él no era una buena compañía para ella. Ella quería un futuro esposo, todo su cuerpo lo expresaba a gritos, y él era alguien que no quería tener un compromiso con ninguna chica. Por esta razón, cuando la veía, intentaba por todos los medios no darle alas.

-Claro, me parece buena idea -tuvo que responder -. Pero antes, necesito un poco de agua.

Fue hasta el pozo y llenó el pequeño odre que llevaba en el cinto. Su plan era caminar lo más rápido posible hasta el lugar a donde tuviera que ir Aliana, para después separarse de ella y proseguir su camino.

Caminaron juntos durante un buen trecho, el lugar al que tenía que ir a dejar su cesto sí que estaba cerca del castillo. Aliana no paraba de hablar e Ilan se limitaba a escucharla con gusto, tenía una bella voz. Finalmente cuando estuvieron frente a la puerta de la tienda a la que Aliana tenía que ir, se despidieron. Ella acercó su cuerpo al de él para darle un beso de despedida en la mejilla. Fue tan rápida que Ilan no tuvo oportunidad de reaccionar siquiera, y cuando se dio cuenta, ya tenía el cálido cuerpo de ella pegado a su pecho y los delgados brazos rodeándole el cuello. Fue un beso inocente, pero Ilan sabía que para ella significaba mucho más.

Cuando la chica se apartó, estaba completamente sonrojada, su rostro era la viva imagen de un tomate en su mejor temporada. Ilan iba a decir algo, pero ella se lo impidió. Dio media vuelta y echó a correr hacia el local. Medio segundo después, la puerta de madera ya se cerraba tras ella.

Ilan quedó por un instante ahí parado en medio de la calle como un tonto, confundido y sin saber qué hacer. Pero rápidamente recordó qué había ido a hacer en primer lugar, así que dio media vuelta y encaminó sus pasos hacia el castillo.

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Ilan Thorpe pasó rápidamente por la enorme entrada al castillo. Era un arco de casi diez metros de ancho, en el centro del muro exterior que rodeaba todo el castillo. La entrada tenía un enorme rastrillo de metal que ahora permanecía alzado, y debajo del cual se encontraban tres soldados inspeccionando a la gente que quería acceder. Había dos soldados en cada esquina de la puerta, y uno en el centro, y las filas se extendían ante ellos. Ilan, al pertenecer a la Guardia Draconiana, pasaba sin tener que hacer fila.

Caminó por los exteriores, hasta llegar al patio que se extendía frente a la entrada principal. Las torres del castillo, en cada una de sus esquinas, vistas desde tan cerca, lucían simplemente imponentes. El sonido del metal entrechocando llegó hasta él traído por el viento, probablemente había gente entrenando en el patio. Había una sección del patio diseñada para las fiestas que tenía un techo acoplado sobre discretas columnas y varias bancas a lo largo de toda esa zona.

Al pasar por la sección con techo, el sonido de las espadas golpeando entre ellas comenzó a hacerse más nítido. Junto a Ilan pasaron dos soldados a paso veloz. También pertenecían a la Guardia Draconiana, pero ellos sí estaban de servicio. Llevaban puesta la distintiva cota de malla de un plateado reluciente, la espada colgada en el cinto, las botas recubiertas con placas de metal igualmente plateadas y relucientes, y las largas capas rojas con el emblema de un dragón dorado bordado en ellas, ondeaban tras ellos de manera majestuosa. Para Ilan, no había uniforme más hermoso que ese.

Siguió caminando y finalmente los vio, en una sección del patio que no tenía techo, se encontraba un grupo nutrido de soldados practicando en parejas. Entre ellos, el maestro de armas pasaba lentamente, con las manos entrelazadas en la espalda, y observándolos atentamente. Regañaba a alguno, lo corregía, y seguía caminando. Llevaba una vara disciplinaria en una mano. Era el maestro de armas que entrenaba a los mejores soldados seleccionados de la Guardia de la Ciudad, así como de la Guardia Real*, para convertirlos en parte de la Guardia Draconiana.  Muy pocos eran capaces de terminar ese entrenamiento. De entre todo esos soldados de élite que iniciaban el entrenamiento, sólo los mejores se volvían parte de la Guardia Draconiana. Ilan Thorpe era uno de ellos.

Entonces vio que entre los soldados estaba su viejo amigo Tristán. A Ilan le dio gusto saber que su amigo se estaba preparando para volverse un soldado de élite. Se acercó para saludarlo. Tristán se percató de la presencia de Ilan cuando éste se acercaba, así que se distrajo por un segundo en un acto  reflejo en el cual alzó la mano para saludarlo. Justo en ese momento, el maestro de armas pasaba junto a él. Al percatarse de la distracción de Tristán, el maestro de armas levantó velozmente la vara que llevaba consigo y la estampó contra la cara del joven. La sangre brotó del corte en su mejilla y la fuerza del impacto lo hizo caer de espaldas al suelo.

Ilan Thorpe se acercó un poco más, sintiéndose culpable por haber distraído a su amigo. Tristán rápidamente se puso en pie, confundido y con la mirada llena de cólera.

-Eres un imbécil, ¿por qué no te has defendido? -le imprecó el maestro de armas a Tristan. Ilan conocía de sobra a ese maestro de armas, y sabía que era un bastardo y que sus castigos eran ejemplares.

-¡No es justo, estaba distraído! -se defendió el muchacho.

-¿Que no es justo? -replicó el maestro de armas en tono burlón -¿Crees que cuando un enemigo esté frente a ti y tenga oportunidad de abrirte un río en la garganta se preocupe por lo que es justo?
¿O crees que a un Silente* le importe lo que es justo cuando se meta a tu mente y te obligue a
apuñalar cien veces por la espalda a tu compañero y luego haga que te saques tus propios ojos con
el mismo puñal?

Tristán bajó la mirada, avergonzado y enojado a partes iguales.

-¡Ey tú! Ven para acá -gritó el maestro de armas al tiempo que señalaba a un tipo voluminoso y lleno de barba, tan alto y gordo que más que un soldado, parecía el primo lejano de los gigantes de los cuentos para niños. Ilan calculó que mediría casi dos metros.

El sujeto se acercó con una sonrisa bufonesca en los labios y una mirada lasciva en los ojos. Llegó hasta el maestro de armas y aguardó.

Entonces el maestro de armas dio una vuelta completa sobre su propio eje, como el presentador de algún espectáculo macabro, antes de gritar:

-¡Hoy vamos a aprender de justicia, dejen todos sus armas en el suelo, sus dos compañeros van a tener un duelo de demostración!

Y dicho esto, una gélida sonrisa cruzó su rostro. Ilan tuvo un oscuro presentimiento.


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Siguiente capítulo: 

Capítulos anteriores:

La Guardia Draconiana

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Glosario

Silente - En verdad quería poner la definición de esta palabra, pero si la pongo, les arruinaría una sorpresa en la trama más adelante.

Guardia de la Ciudad, Guardia Real y Guardia Draconiana - En la ciudad hay tres tipos de Guardias, cada una se encuentra por encima en nivel jerárquico de la anterior. La primera es la Guardia de la Ciudad, y está compuesta por los soldados comunes de a pie que se pueden encontrar en cualquier parte de la ciudad. Después, por encima de ellos se encuentra la Guardia Real, ellos están encargados de velar por la seguridad del Rey y de los habitantes del castillo. Sólo protegen los interiores del castillo.
Y la última Guardia y a la más difícil de acceder: La Guardia Draconiana. Los aspirantes a formar parte de ella, son seleccionados de entre los mejores soldados de las otras dos. Y después de ser seleccionados, les esperan seis meses de los entrenamientos más arduos que alguien pueda experimentar. Son muy pocos los aspirantes que logran llegar al final de este entrenamiento. Ellos se encargan exclusivamente de velar personalmente por el Rey así como por los miembros de la corte y de su familia más allegados a él.

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