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viernes, 11 de enero de 2013

Mi alma murió.


Los gritos de dolor y agonía incesantes eran el único sonido que había escuchado en los milenios que llevaba ahí; un círculo central, sólo para él,  rodeado por otros ocho, cada uno más grande que el anterior, donde eran castigadas las almas de los mortales que ante los ojos del creador no eran lo suficientemente dignos para entrar al paraíso. La locura había avanzado inexorable, inevitable hasta su cabeza, y como una plaga, se había alojado simbioticamente en su alma, o lo que quedara de ella.


Ya no quedaba nada de lo que anteriormente fuera Lucifer, el idealismo y el arrojo que alguna vez lo caracterizaron, habían muerto ahora y para siempre, era como si el ser grotesco en que lo habían convertido hubiera matado con sus propios puños al ángel de piel nívea y ojos hechizantes que una vez fue para después enterrarlo en el centro de la Tierra, en un lugar del que no existe retorno.

El círculo donde él se hallaba, el lugar de honor que le había sido concedido justo en el centro del infierno, su reino, se hallaba rodeado de espejos gigantescos, del tamaño de mil hombres parados unos sobre otros, de forma que sin importar a donde volteara, siempre tendría que ver al horripilante ser que lo miraba desde el otro lado del espejo, y el creador se había cerciorado que así fuera, cuando le cortó los párpados al momento de su monstruosa metamorfosis, sabiendo que uno de los más grandes pecados que había disfrutado Lucifer al habitar un cuerpo mortal había sido la vanidad.


Los mortales, seres a los que alguna vez admiró, se habían convertido en el objeto de sus más perversas obsesiones, en su fuero interno creía que el tormento y el suplicio acumulados de todas esas almas era la razón de su corazón y mente trastornados.


Cuando los tres cuerpos celestiales cayeron pesadamente desde los cielos hasta su reino, expulsados por dios, lo supo.


Lucifer había muerto.


Satanás acababa de nacer de entre las cenizas.


Una nueva rebelión había comenzado y esos ángeles recién expulsados del paraíso, llevaban consigo la llave que lo liberaría en el mundo terrenal.


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Poemario desde el Exilio



Capítulos anteriores

La Leyenda de Judas (2)

La Leyenda de Judas (1)

El Exilio de Lucifer

Preludio: Origen

Lucifer

La Leyenda de Caín

Mi alma arderá en el paraíso


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