lunes, 1 de octubre de 2012

La leyenda de Caín.



El paraíso se había inundado en llamas. La guerra que se había extendido durante siglos, estaba llegando a su fin, la última batalla, la pelea que determinaría el destino de los ángeles liderados por Lucifer, estaba a punto de estallar.

        La semilla de la Gran Guerra había sido sembrada en el mismo instante en que los primeros hijos de Lucifer nacieron. Los gemelos Caín y Abel.

        Cuando el dios tirano en que se había convertido el creador los maldijo, los ángeles rebeldes, contrariados ante tal muestra de ira irracional, se levantaron, protestaron y se opusieron firmemente al todopoderoso. Cuando los vástagos del ángel insurrecto apenas salían de la adolescencia, dios les tendió una trampa, les otorgó la inmortalidad. La única condición era que sólo uno de los dos podría vivir para siempre, si los dos coexistían, envejecerían juntos y morirían. Así que sin pensarselo dos veces Caín asesinó a Abel. Le atravesó el corazón sin reparo alguno, con total convicción y el cerebro envenenado por las palabras perniciosas de un dios arrogante e iracundo.

Y esta simple acción, el frío asesinato de un mortal a manos de otro fue el gatillo que disparó la chispa de una rebelión que llenó de fuego los cielos, que puso a ángeles contra ángeles, hermanos luchando contra hermanos.


Porque no era un asesinato normal; un mortal había matado a su propio hermano, desasosegado por las elocuentes palabras de un dios malicioso. Así que la insurección que Lucifer había intentado postergar finalmente se produjo, y él no tenía otra opción más que ser un líder capaz, un paladín al frente del ejército de ángeles descontentos que veían en él un ejemplo a seguir. Él era el pimer ángel que había adoptado como suyo el concepto de libre albedrío, algo que el creador les había vedado desde el inicio de los tiempos-desde que el primer destello de conciencia surgió en un universo negro y vacío-, la chispa de un fuego subversivo que, irónicamente, había sido descubierta por los mortales.

A traves de siglos, Lucifer había visto crecer a su estirpe, formar pueblos, crear alianzas y conquistar tierras con mano de hierro. Sus descendientes, aunque mortales, habían sido muy superiores al resto de humanos y gozaban de una longevidad que los dotaba de un misticismo envidiable para el resto de mortales.


Pero ahora su especie, los hijos de un ángel han sido casi exterminados, los pueblos se han unido contra ellos. De todos, sólo queda ella, una mujer de belleza celestial y fiera agresividad latiendo por las venas donde corre la sangre del mismo Lucifer. Una mujer con la que yació hace poco y la cual está a punto de dar a luz a sus hijos, un niño y una niña. 

También había tenido que observar con impotencia cómo su primer hijo, Caín, padre de naciones enteras se había ido transformando a lo largo de generaciones en un ser completamente diferente, en un monstruo con un vacío en su pecho que sólo podía ser saciado con odio y muerte. Un proscrito del paraíso, de la presencia de dios, un ser marcado, al que nadie podría matar jamás o sería castigado siete veces.

Ahora, Lucifer mira con sus ojos eternos y resplandecientes el palacio santo, el lugar donde está destinada a llevarse a cabo la última pelea, la casa de dios. El cansancio ha hecho mella en él, sólo quiere que todo termine de una vez. Gira la cabeza del cuerpo mortal que ha adoptado para la batalla en un gesto que le resulta poético. De las legiones de ángeles que lo seguían, ahora sólo quedan él y ocho más, el resto han sido capturados.

Grita con una voz que inunda los cielos, retumba valerosamente hacia la eternidad y baña de coraje a sus guerreros. Alzan el vuelo, levantan las armas y embisten el palacio con todo el brío de sus corazones.

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Siguiente capítulo:

Lucifer


5 comentarios:

  1. Llevo dos capítulos leídos. ¡Muy buenos..! Interesantísimos.

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  2. Muy buen capítulo desde el primero

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  3. Me gusta. Tiene cierto sentido y te atrapa en la lectura. Éxitos

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  4. me agrada,tiene ciertas similitudes con el manual "demonio la caida",pero me gustan las diferencias que posee

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