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martes, 3 de diciembre de 2019

La Primer Gran Guerra: El Bosque (2)


La silueta de Lucifer se recortaba sublime contra la noche carente de estrellas que se extendía frente a él, mientras permanecía de pie al borde de ese inmenso precipicio. Un par de inmensas alas blancas brotaban de su espalda y se extendían junto a él haciéndolo parecer el doble de alto.

Samael se acercó en silencio hasta él, al borde del abismo. Se asomó hacia el vacío, y aún sabedor de que podía volar, no pudo evitar que su cuerpo mortal sintiera una reacción completamente humana: vértigo. Ese tipo de miedo irracional (o básicamente cualquier tipo de sensaciones nuevas) era lo que los ángeles más disfrutaban experimentar de sus cuerpos físicos. Cuerpos que Lucifer les había enseñado a crear.

— ¿Qué piensas? —le preguntó a su líder.
—Tengo miedo —contestó éste.

La voz de Lucifer era algo aguda, calmada y mesurada, al menos la mayor parte del tiempo.

— ¿Miedo? —preguntó Samael.

Lucifer se quedó en silencio, así que Samael volvió a hablar.

— ¿Tienes miedo de que perdamos la guerra?

Lucifer giró la cabeza, de vuelta al bosque, como si quisiera asegurarse que no hubiera nadie, que estaban solos. Mentalmente Samael compartió la imagen del campamento apenas unos momentos antes, cuando él había salido en su busca. Los otros siete dormían plácidamente. Dormir era otro de los placeres con que los ángeles disfrutaban enormemente al experimentar, además de que sus cuerpos físicos se veían altamente beneficiados de ello. Esta imagen tranquilizó al Iluminado.
—Sé que perderemos la guerra —contestó secamente.

A Samael le dolió profundamente esta afirmación. Pero le dolió aún más la convicción total con que Lucifer la había expresado.

— ¿A qué te refieres? —preguntó, esperando encontrar algún rastro de esperanza en la respuesta de Lucifer.

—Lo he visto. He ido miles de millones de años al futuro y también he visto nuestro pasado. He presenciado la forma en que somos aplastados por el creador. Todos y cada uno de nosotros.

—Si es así, ¿entonces por qué luchar? —preguntó Samael con fiereza —¿por qué no simplemente rendirnos y aceptar los términos del creador?

—Porque él debe saber que los ángeles jamás aceptaremos renunciar a nuestra humanidad.

—No somos humanos —dijo Samael en tono pesimista.

—Lo sé. Pero podemos aprender, simplemente debe dejarnos vivir con ellos. Aprender de ellos.
—Sabes que nunca aceptará.

—Y es por eso que debemos pelear —contestó Lucifer —es lo que hacen los humanos; luchar por causas perdidas.

— ¿Qué más has visto del futuro? —preguntó Samael, evadiendo el tema de la Guerra.

—Los he visto a ustedes cuatro convertidos en mis jinetes.

— ¿Jinetes? —preguntó Samael alzando las cejas.

—Sí, son quienes anunciarán el Inicio del Fin. Pero para eso faltan varios milenios.

Samael se quedó mirando al vacío, a la negra noche. Compartieron más imágenes telepáticamente, sobre todo Lucifer, imágenes de sus primeros días sobre la Tierra, en los albores de la humanidad, imágenes de su primera amante, imágenes acompañadas de todas las sensaciones que había experimentado durante milenios. Y el vínculo entre ellos se estrechó todavía más. Cuando el alba empezó a despuntar en la lejanía, y los primeros rayos del día comenzaron a aparecer en el horizonte, caminaron de regreso al bosque, a la protección de la sombra bajo esos inmensos pinos. Ahora Samael conocía mucho más sobre Lucifer y compartía sus motivaciones. Así mismo, ahora compartía un poco más el odio que éste sentía por el creador. Pero también sabía que mezclado con el odio de Lucifer había algo más, no sólo era odio, también había respeto y admiración. El tipo de admiración que alguien puede tener ante el enemigo momentos antes de enfrentarlo en el campo de batalla.

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Siguiente capítulo:

Fuera del Paraíso

Capítulos anteriores:


La Primer Gran Guerra: El Bosque (1)

Interludio: Explicación a la Segunda Parte

Soy el Dios Rampante


Valle de las Sombras (Callahan)


La Heredera del Príncipe

Lucifer: Eterno

The V Stands for Vampire

El Número Impar

El nacimiento de un dios

Poemario desde el Exilio

Mi alma murió

La Leyenda de Judas (2)

La Leyenda de Judas (1)

El Exilio de Lucifer

Preludio: Origen

Lucifer

La Leyenda de Caín

Mi alma arderá en el paraíso



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