domingo, 30 de octubre de 2016

Valle de las Sombras (Callahan)


Aunque camine por el valle de las sombras de muerte, no temeré mal alguno;
Tiempos oscuros se avecinan. Lo sé. Lo he visto.
Ella está cerca. El tiempo de su ascensión se aproxima. La inexorabilidad de su ascenso al poder es absoluta.
Ella es la única, la que siempre ha sido, la que fue y la que será. La hija de la bestia. Nacida de la unión de un ángel caído y una deidad: una humana con una belleza tan embriagante como mortífera. Pero no desciende de cualquier ángel; ella es hija del ángel más poderoso, el más iluminado, el más peligroso...



porque Tú estarás conmigo;tu vara y tu cayado me confortarán;
Llevo meses teniendo estos sueños (¿o quizá son premoniciones?), sueños donde he visto la oscuridad extenderse a lo largo del mundo, las llamas devorando las grandes ciudades, todas las grandes metrópolis reducidas a cenizas. Casas en llamas, edificios convertidos en nada más que esqueletos metálicos que no paran de arder durante días enteros. Pero lo peor, las imágenes que no puedo sacar de mi mente, aquellas que acechan desde lo más profundo de mi memoria, son aquellas donde son castigadas las personas que osan oponerse a ella, a la reina del Nuevo Mundo. Y el castigo que reciben ciertamente es ejemplar. He visto en sueños (premoniciones) las cruces hechas con postes de teléfono, colocadas una junto a otra en hileras que se extienden a ambos lados de una carretera interminable, dos hileras de cruces alargándose más allá de donde alcanza la vista. Y colgados de todas y cada una de ellas, se encuentran las personas que han sido crucificadas por desobedecer o simplemente interponerse en el camino de la Reina, personas que gimen, gritan y aúllan agonizantes al borde la muerte, mientras la sangre mana copiosamente de muñecas y tobillos donde los clavos han abierto una brecha en la carne...


y me librarán de todo enemigo;y de todo mal me protegerán.

Pero sobre todo he visto algo que me hiela la sangre, empapa de sudor mi piel y la pega contra las sábanas por la noche y me hace despertar gritando enredado en la oscuridad de la madrugada. He visto algo que ningún hombre debería presenciar, algo que amenaza con hacerme perder el hilo de cordura al que me aferro con desesperación, como un náufrago se aferraría a un trozo de madera en medio del océano. He visto mi propia muerte...


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Siguiente capítulo:

Soy el Dios Rampante


Capítulos anteriores:

La Heredera del Príncipe

Lucifer: Eterno

The V Stands for Vampire

El Número Impar

El nacimiento de un dios

Poemario desde el Exilio

Mi alma murió

La Leyenda de Judas (2)

La Leyenda de Judas (1)

El Exilio de Lucifer

Preludio: Origen

Lucifer

La Leyenda de Caín

Mi alma arderá en el paraíso


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