Artículo escrito por Juan Carlos Núñez Macías. Artículo de Invitado #29
Ok. La primera vez que leí la
noticia un día cualquiera en mi feed de Facebook, creí que era un meme o un
artículo sacado del Deforma. Pero no, era real. Tan real como cualquier otra
nota replicada una y otra vez por los sitios de noticias de mayor confiabilidad
en la red.
Y es que Puma, la famosa marca deportiva, se encontró por días en
el ojo del huracán después de que se comparara unos tenis de su última
colección con Hitler. Sí, con Hitler, aquí puedes leer la noticia completa.
Y no bastaba con el “parecido
físico” entre los zapatos deportivos y el dictador, sino que se desempolvó el
hecho de que los hermanos Dassler (dueños y fundadores de Adidas y Pumas) se
unieron al partido Nazi en 1933.
Pero vayamos poniendo las cosas
claras: ¿es en serio que cada vez somos más paranoicos?
O sea, sí, claro. Como
mercadólogo y comunicólogo, comprendo e incluso he aplicado la tan famosa “Publicidad subliminal” pero a menudo me
llego a preguntar: ¿será que somos ya tan hipersensibles que la línea que
separa lo real de lo ficticio se está rompiendo? ¿Es que nos estamos
convirtiendo en una sociedad cada vez más delicada? Esto, porque los tenis bien
pudieron ser Hitler o Edgar Allan Poe, pero los medios y las críticas
decidieron apelar por lo más polémico.
Cada vez más, las tendencias en
los medios buscan titulares que generen polémica y que respondan a una agenda
político-social de la cual, nosotros somos simples peones. Éste se ha
convertido en el medio perfecto para terminar con la reputación de una marca o
una persona o llevar la opinión pública a cualquier tema que logre atraer la
atención de los cibernautas, ávidos de más información y en donde verter sus
“tan valiosas” opiniones.
Las redes sociales han
tergiversado el significado de la libertad de expresión para convertirse en un
receptáculo de odio, espejo de ignorancia y el medio perfecto para difundir
noticias que no aporten nada salvo polémica, y que además, sirvan como reflejo
de lo que nos estamos convirtiendo como sociedad: en gente con cada vez menos
capacidad de aceptación y apertura; más sensibles a mensajes prefabricados y
que nos obligan a ver cosas turbias donde no las hay.
Unos tenis, son unos
tenis y punto. Y aunque quizá la marca haya querido o no transmitir este
mensaje, es la capacidad de raciocinio de la sociedad la que pongo en tela de
juicio: todo nos molesta, todo nos intriga. Y todos nos vemos con el derecho a
opinar, aunque no tengamos la capacidad de hacerlo.
Estamos en tiempos donde el hacer
y el no hacer están mal vistos. Donde las ideologías chocan y se deforman para
confrontar posturas antes de generar cambios, o de lograr uniones o incluso, de
acarrear propuestas. Nos limitamos a dejar salir las palabras cual veneno sin
tomar conciencia de su importancia real.
Hoy son unos tenis los que
estuvieron unos días en el ojo del huracán… mañana quien sabe. Pero me da miedo
pensar que quizá llegue un día donde respirar sea un crimen o vestir de negro
sea símbolo de resistencia u opresión. Me da miedo que lo absurdo se convierta
en lo real y no sepamos poner un alto o tan siquiera darnos cuenta de que fuimos
piezas hechas para construirlo y no sepamos parar.
O peor: no queramos parar.
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