Artículo escrito por Juan Carlos Núñez Macías. Artículo de Invitado #23
La semana pasada, hablamos de arte. Hoy quiero hablarte de música.
Y es que la música es otra forma de lenguaje, que sin importar el idioma en
el que se hable, es como establecer una conexión alma con el alma; no sólo
artista-oyente, sino también entre quien la escucha y la carga emocional que se
esconde detrás de los acordes y una voz poderosa.
Pensando en esta generación, prestando atención a las letras y los ritmos,
a mis 26 años no siento conexión con nada de lo que llena las radios al día de
hoy; es más, no conozco ni siquiera a los artistas por nombre o rostro. Y es
que justo, esa conexión no existe. No hay nada a lo cual asirse.
Desde mi óptica, la música de hoy es casi tan vacía y frágil como la
generación que representa: floja, sin arriesgar, monótona y superflua. Sobre
todo, superflua. Y sí, claro, he escuchado esos debates que dicen que quizá
nuestros abuelos pensaban lo mismo del rock and roll y que terminó
trascendiendo… pero, ¿en realidad alguien cree que en 20 años esto podrá sonar
como un “clásico” de la música? ¿existe algo en el mercado digno de recordar?
Me encuentro con propuestas de artistas que luchan por regresar a las
raíces que los vieron nacer hace 10 o más años, tiempo en el que me ponía a un
costado de la grabadora de mi habitación a llenarme los oídos de acordes y
melodías a todo volumen. Y eso está bien. Creo.
Y es que en una industria donde si no respondes a la moda no eres nada, me
pongo a pensar en los artistas que se han visto obligados a cambiar su estilo
con tal de seguir vigentes. En algunos ha funcionado, y en otros más, resulta
más bien lastimero.
Recuerdo que hace unas semanas, en los altavoces del transporte público –
que para quien vive en la CDMX, sabe que esto es presagio de un riesgo de
sordera – sonaba una tonada que me resultaba vagamente familiar. Entre el
bullicio de la gente, el ruido del tráfico y de más, no presté atención hasta
que llegó el puente de la canción, ¡y oh, sorpresa! Era Shakira reviviendo un
clásico de Bob Marley de los 90’s con un punch de reguetón y se trataba de nada
más y nada menos que de su nuevo sencillo “Me gusta”.
¿Será que entonces siempre vamos a regresar a las fórmulas ya seguras?
¿Se perdió nuestra capacidad de innovar?
¿Qué ha pasado con artistas como Shakira que, buscando seguir en los
escenarios, han dejado ir la esencia que, en primer lugar, los colocó donde hoy
están? ¿Hay alguna línea fina entre homenaje y plagio?
Y como ese, seguro hay mil ejemplos más.
Por eso hoy, además de una ligera reflexión sobre la industria musical de
la nueva década, me quiero permitir recomendarte tres discos que seguro nadie,
o muy pocos conocen (o recuerdan), y que, para mí, son una joya. ¿Me acompañas? Para que el ritmo,
nunca se detenga.
Es una lucha que alguien debe de seguir
peleando. Aunque nos llamen “chavorrucos”.
3. Pipe Dreams – Mark Salling
Quizá te suene el nombre de este
actor y cantante estadounidense, quien, desafortunadamente, se suicidó hace
unos años. Glee, la serie musical de finales de la década pasada, fue lo que lo
trajo a los reflectores. Sin embargo, el sonido de este álbum, melancólico,
rústico y muy sureño, son el acompañante perfecto para una mañana en la
oficina. Es un disco que en la lírica te llena, te atrapa, y un disco que
podrías escuchar de inicio a fin sin sentir que alguna canción está de más.
Rolas a las que ponerles atención: “Lone ranger”, “Illusions”,
“Fugitive”, “Pipe dreams”.
2. Guilty Preasure –Ashley Tisdale
No, no se dejen llevar sólo por
el nombre de la artista. Quizá nadie lo recuerde – y quizá a nadie le importe –
pero Ashley Tisdale, fue Sharpay Evans en el fenómeno High School Musical.
Sin embargo, años después e
intentando hacer su camino en la industrial del pop dominada en aquellos días
por Avril Lavigne, Kelly Clarkson y Miley Cyrus, “Guilty Preasure” salió a la
luz.
Es un disco con mucho ritmo, guitarras potentes, una batería rítmica y
letras no tan rosas para una artista de su estilo. Es un disco que se disfruta
de inicio a fin y que en cada letra, podemos sentir un poder femenino real
(algo no tan popular en aquellos días).
Rolas a las que
ponerles atención: “Overrated”, “Tell me lies”, “What if”, “It’s alright, it’sok”.
1. Telegraph – Drake Bell
Todos ubicamos
el nombre de Drake por la serie “Drake y Josh” y en este, su primer álbum como
solista, Drake nos ofrece una mezcla de los estilos que lo han inspirado: desde
los Beatles, los Beach Boys y el mismo Elvis. Encontramos un disco de buen rock
and roll melódico; de los que te levantan el ánimo a la primera canción.
Líricamente es
un disco cargado de sentimientos, honesto. Perfecto para salir en la carretera
con el descapotable y sentir el aire.
Rolas a las que ponerles atención: “Somehow”, “In the end”, Don’t
preach”, “Down we fall” y “Hightway to nowhere”.
Bonus track: For yourEntertainment – Adam Lambert
El casi ganador de American Idol en
sus primeras emisiones (donde, dicho sea de paso, sí era una plataforma para
nuevos artistas).
Un artista diferente, abierto, honesto y abiertamente gay. Un
disco para soltarte el cabello y simplemente bailar al ritmo de su pop pegajoso
despreocupadamente en tu habitación.
Tiene canciones escritas y producidas por
artistas del talle de Lady Gaga o Pink. Un disco que te lleva del baile a la
melancolía con la voz única de Lambert, porque sí, no por nada Queen lo invitó
a salir de tour con ellos como vocalista.
Rolas a las que
ponerles atención: “Music Again” “Whataya want from me”, “Sleepwalker” y “If I
had you”
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