domingo, 3 de julio de 2016

La Mujer del Viajero Espacial.

        -Dime que no lo hiciste, dime que no lo hiciste -solloza la mujer de cabello castaño y ojos del color de la miel.

        -¡Lo hice por nosotros, por nosotros! -bramó él hombre-¡De todas las personas creí que tú entenderías! ¡Lo hice por ti y por las niñas!

       Su esposa, Vian, lo miraba con ojos vidriosos, el rostro enrojecido por la rabia, cuando habló, su voz estaba cargada de furia, pero también de dolor.

        -¿Cómo es posible que el decidir abandonar a tus hijas sea una decisión tomada para ellas? ¿Abandonarme a mí? ¿Eh? ¡Explícame eso! -grita Vian Morgan al tiempo que lanza un golpe con ambas palmas hacia el pecho de su esposo y las lágrimas amenazando por salir hacen un nudo en su garganta -Oh dios mio, oh dios mío -vuelve a sollozar.

        Ella intenta salir corriendo, hace un amago de entrar a la casa, pero él la toma entre sus brazos, y la estrecha contra sí con fuerza. Ella lleva las manos a la cabeza, intentando bloquear el dolor. Y así permanecen durante un minuto, en el pórtico de su casa en los suburbios, con el fresco viento nocturno agitándoles las ropas y millones de estrellas junto con la luna iluminando sus siluetas. A un lado de ellos la silla colgante que estaba ahí desde que compraron la casa, se mece silenciosamente con el viento. Las maderas de algún rincón de la casa crujen.

        -La Tierra se está muriendo amor -dice él, hay cautela en su voz.

        -Eso ya lo sé. ¡Mierda! -exclama ella.

        -Si existe aunque sea una milésima de probabilidad de que allá sea habitable -dice él -entonces debo ayudarles a colonizarlo.

        -¿Por qué tienes que ser tú, maldita sea? -pregunta su esposa jadeando -. Hay miles de personas que pueden ir en tu lugar.

        -Ninguna de ellas es tan buena en su trabajo como yo -responde lacónicamente -. Me necesitan.

        -¿Y crees que nosotras no te necesitamos?

        -Amor, sé que mi lugar es aquí con ustedes, cada célula de mi cuerpo grita por que me quede, pero si no colonizamos ese planeta, entonces no habrá futuro alguno que resguardar para nuestras hijas, y de nada habrá servido el que yo me quedara.

         -Tienes razón -concede ella.

         Si ella se pudiera mirar a través de los ojos de su esposo, vería cuan fuerte y resistente la ve él. Vería lo mucho que Isaac Morgan la admira.

         -Vian, es un mundo peligroso y a partir de ahora las niñas no estarán a salvo ¿lo sabes verdad? -pregunta él mirándola a esos intensos ojos castaños, deseando poder perderse en ellos.

         -Lo sé -responde ella. En sus mejillas aún hay lágrimas corriendo, pero su voz es firme y decidida -. Pero yo me aseguraré que nada les pase. Las cuidaré con mi vida. Hasta que regreses.

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Terraformación


     

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