martes, 27 de marzo de 2012

Mente Adolescente

Cuando el final llegó, lo hizo con un ruido atronador, como el relámpago que rasga la noche, o la ola que revienta contra el arrecife, o como otras cientos de metáforas y símiles que podría inmortalizar en esta línea.

Lo importante, lo que vale la pena ser documentado es el cómo, no el qué ni el cuándo.

Todo se reduce a una única cosa, un simple hecho, solitario pero irrefrenable como lo es el fin.

Decenas de millones de personas murieron, otras tantas quedaron tocadas de por vida; el caos llegó, arrasó, nos golpeó, hizo estragos y nos dejó reducidos a una mísera parte de lo que alguna vez fuimos, y los que quedamos, los que nos levantamos de entre las cenizas, quienes nos erguimos en medio de la devastación por encima de los cadáveres calcinados de nuestros hermanos, quedamos con una enorme cicatriz en el centro de nuestra humanidad, sobrepasados por el horror de los actos que habíamos cometido para sobrevivir.

Una vez más la rueda del destino ha comenzado a girar, pero ya no castigará a los impíos ni premiará a los justos, ahora lo único que la hace girar, aquello que la va haciendo más grande conforme pasa el tiempo, al igual que una bola de nieve al caer por una pendiente, es la ley del más fuerte. La supervivencia del más apto.

martes, 20 de marzo de 2012

Asesinato en primer grado.

La sombra del macho cabrío se extendió a través de él, cruzándolo y clavándose subcutaneamente como cientos de gélidas agujas cruzando cada milímetro de su ser, agujas de locura mezclada con eternidad se fundieron con su alma. La sangre le ensució los pantalones y la camisa que hasta hace apenas diez segundos era de un blanco inmaculado, impoluto.

La empatía desapareció, llevándose consigo la cordura. Sus nervios eran ahora más fuertes de lo que jamás habían sido. Ni manos ni piernas le temblaban, en su interior solo había cabida para una cosa; la fría decisión.

Corre hacia el espejo. Lo recibe al otro lado un rostro burlón, con una sonrisa bufonesca manchada de sangre ajena atravesándolo de oreja a oreja. Frente, pómulos y dientes salpicados de rojo, casi marrón, una sustancia que parece más real en las películas que en la vida misma. Aspira, y el olor metálico de la sangre se abre paso hasta sus pulmones.

La sonrisa desaparece, se percata de lo que ha hecho, pero en su corazón no hay lugar para el remordimiento, no hay lugar para nada que no sea frío y oscuridad. Hasta la eternidad. Hasta el final de los tiempos.

viernes, 16 de marzo de 2012

Jinete en la bala.

Sus manos se han vuelto ágiles y rápidas.

Meses de práctica, de arduo entrenamiento hacen que desenfundar y volver a enfundar la pistola sean un acto casi natural, inconsciente, para las manos de Robert. Un revolver. Calibre. 45, una vieja Colt, balas de punta hueca diseñadas para causar el máximo daño posible, para reventar dentro de la carne, expandirse y añadir dolor a lo insoportable.

Enciende un cigarro y se lo pone en la boca. Su mente se dispersa, sus pensamientos se difuminan y parecen diseminarse en el aire junto con el humo del cigarro. Sus padres no están, la fiesta en la planta baja y el jardín sigue su curso natural, se ha transformado en un organismo con vida propia, organismo formado por docenas de adolescentes rabiosos y ansiosos de sexo, y el cual se ha salido de control. La música le llega apagada a través de la pesada puerta de madera. Una, dos tres, seis balas. La rueda del destino ha comenzado a girar.

Sale de su habitación, con el pesado artilugio colgando de su cintura dentro de la funda de cuero. Llega a la sala, desenfunda y el caos brota.

Ha de ser extrañamente similar a cuando sucede la extinción de una especie, es el último pensamiento coherente, o casi, que recorre su maltrecho cerebro.

-------------------------------------------

Siguiente capítulo:

Columbine