viernes, 18 de mayo de 2012

Tiempo extraviado (Bluff). parte 2

El publico parece contener el aliento al mismo tiempo, como si trabajaran movidos por un sólo cerebro.

Se hace el silencio, todos aguardan expectantes el siguiente movimiento. El hombre, su objetivo, permanece impasible, como si no temiera por su vida, con la confianza de quien sabe que posee una mano imbatible. Pero no debería confiarse tanto, en el póquer nada está escrito, nadie puede jactarse de haber ganado hasta que no ha salido la última carta, antes de eso, cualquier cosa puede suceder.

Voltea hacia el estante que está a unos cuanto metros de él, junto al podio del presentador. En él descansan inquietantemente un arcaico revólver y una jeringa, la cual contiene una inyección letal.

Los concursantes pueden elegir cualquiera de los dos métodos para morir, claro que si eligen el revólver, sus familiares recibirán un bono bastante considerable por parte de la empresa, en un gesto de agradecimiento.

Paga la apuesta, echa el resto de sus fichas al centro de la mesa. Voltea sus cartas, y reza por que sus dos pares sean una mano ganadora.

Pero cuando su contrincante muestra las suyas, el alma se le viene abajo.

Lleva sutilmente la mano izquierda al compartimiento de su chaqueta donde guarda un pequeño y afilado cuchillo, si no ocurre algún milagro al momento de revelar la quinta y última carta sobre la mesa, va a tener que huir de ahí, y el pequeño cuchillo ahora representa el único método de defensa con el que cuenta, aunque duda que pueda hacer mucho contra las pistolas paralizantes de los hombres de seguridad del casino.

El hombre del bigote curioso tiene dos tréboles en la mano. Un As y una Reina, no sólo forma el color, sino que lo hace con la carta más alta. Las probabilidades acaban de descender junto con la temperatura de su cuerpo.

El dealer, de rostro anodino y movimientos inexpresivos mueve lentamente la mano, separa la carta del resto de la baraja y la lleva al centro de la mesa. Los agónicos segundos que pasan antes de que le dé la vuelta son como agujas heladas clavándosele en cada centímetro de piel. Sólo hay tres cartas en toda la baraja que podrían salvarlo. Los Jotos que aún no salen y el último As, el de corazones.

Cierra los ojos. Toma aire, respira pausada y rítmicamente, concentrándose para el enfrentamiento que se va a desatar contra los guardias si no gana. La muchedumbre se calla, el silencio se vuelve pesado, al igual que el mar se retira antes de golpear con brusquedad, y el publico suelta un enorme alarido que le retumba en los oídos.

Abre lentamente los ojos, con miedo y tensa sus músculos, como un gato preparándose para pelear.

As.

El único que había en la baraja. La incredulidad lo hace parpadear varias veces, sabe que ganó, pero no está seguro, como si no lo acabara de asimilar.

Su contrincante lanza un grito y se pone en pie, pero antes de que logré siquiera separarse de la mesa, dos enormes guardias, más similares a gorilas que a personas, ya están junto a él, cortándole el paso.

Lo escoltan hasta el estante, donde reposan los artefactos de la muerte.

Listo. Misión cumplida. Objetivo eliminado.

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Capítulos anteriores:

Tiempo extraviado (Bluff) Parte 1 

Tiempo extraviado Volúmen II 

Tiempo extraviado 

Tiempo extraviado (Bluff). parte 1

As de espadas y Joto de diamantes en la mano, una combinación poderosa, no implacable, pero tendría que servir.

Apuesta la mitad de todo su dinero, esperando espantar a su adversario, un tipo de bigote curioso y algo regordete, el cual no se ha quitado la gorra ni los lentes en las diez horas que llevan jugando en la mesa final, y así llevarse la entrada.

Pero el tipo no se echa para atrás. Paga su apuesta. Ya es muy tarde para preocuparse. Una fina gota de sudor recorre lenta, exasperantemente lenta, su frente y baja hasta su mejilla. Casi puede sentir un cosquilleo en la espalda como si las cientos de cámaras que lo enfocan desde todos los puntos le arañaran con manos invisibles, frías y sin conciencia. Respira hondo mientras el dealer saca las tres primeras cartas del flop, con una calma que le pone los nervios de punta, más aún, totalmente ajeno a la tensión que sufren ambos jugadores.

Es una época extraña esta, si gana el partido, ni siquiera va a tener que ensuciarse las manos para matar a su objetivo. Las reglas de la mesa final son muy explícitas: aquel que pierda tendrá que suicidarse y el ganador se hará asquerosamente rico, tan rico que ni él o sus hijos tendrán que volver a trabajar en sus vidas.

Pero eso a él no le importa, hace tiempo que dejó de interesarse en las riquezas o en acumular posesiones materiales, él ahora está entregado en cuerpo y alma a su misión, debe limpiar la historia, debe hacer desaparecer a todos los que son una amenaza para la raza humana, sin importar la época o lugar en que se encuentren.

Salen otro As en el flop, es de diamantes, y hacen su aparición un Ocho y Rey de tréboles.

Pasa, con sólo un par no tiene mucho terreno sobre el cual moverse. Pero su adversario no lo va a dejar ir limpio, si quiere ver la siguiente carta, le va a costar la cantidad que ese sujeto desee apostar.

La suma asciende a la mitad -de nuevo-, de lo que ahora le queda. El momento de flaquear ha pasado, estudia a su oponente, sabe que le gusta hacer un uso exagerado del Bluff, y siendo sólo dos oponentes, las probabilidades de ganar con el par más alto de la mesa son realmente altas.

Paga. La presión es demasiada, si pierde esta mano va a estar en un buen lío, y no tiene ni idea de cómo le haría para escabullirse entre tantos guardias fuertemente armados y bien entrenados que rodean el lugar.

El dealer desvela el Turn -la cuarta carta-, como el telón al iniciar la obra. Aparece un Joto, respira un tanto aliviado, ahora con dos pares, sus probabilidades aumentan, pero una pequeña alarma suena en su cerebro al percatarse de que es otro trébol, ahora hay tres de ellos en la mesa y eso nunca es bueno. Pasa, y su oponente apuesta todo. El momento decisivo ha llegado, ahora es todo o nada.

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Tiempo extraviado (Bluff) Parte 2


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Tiempo extraviado Volúmen II 

Tiempo extraviado 

lunes, 14 de mayo de 2012

Tiempo extraviado. Vol II.

El frío, pulido y reluciente acero del cuchillo se hundió sin dificultades en la piel de la nuca, haciendo un corte limpio entre la sexta y séptima vertebra, un golpe perfecto, fruto de años de entrenamiento.

Había un sinfín de armas con las que podía matar, pero además de que su cuchillo, más semejante a un bisturí, era su arma favorita, había épocas en que el uso de pistolas de impulsos y similares estaban restringidas.

Así que siempre utilizaba el sigilo y el certero filo de su cuchillo, sin importar la época.

No conocía a las personas que asesinaba, personas peligrosas para la historia, según le decían, personas que debían ser eliminadas de la ecuación por el bien de la humanidad. Trataba de no pensar en ello, lo veía sólo como un trabajo, una misión que debía cumplir, y así lo hacía. Y sentía que debía rendirles un homenaje, si los iba a matar, por lo menos que fuera con sus propias manos, en vez de utilizar algún arma cobarde que mata a distancia.

El cuerpo del pobre diablo al que acababa de matar se desplomó, lo sostuvo del pecho para que no azotara, no podía darse el lujo de hacer ruido y llamar la atención, y lo bajó hasta el suelo, luego lo arrastró hacía un cubículo vacío, y lo acomodó sobre el retrete.

Las finas ropas del hombre no habían sufrido una sola salpicadura, y su propia ropa, igual de elegante, tampoco guardaba evidencia alguna del homicidio. Pasarían varias horas antes de que alguien encontrara el cadáver, y para entonces él ya estaría muy lejos, fuera del alcance de cualquier tipo de justicia que hubiera en ese entonces.

Salió del baño del restaurante con paso firme y sereno, el paso de un asesino que ha aprendido a mantenerse impasible ante casi cualquier circunstancia. Eso claro, después de muchos años de entrenamiento y práctica.

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Tiempo extraviado (Bluff) Parte 1


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Tiempo extraviado 

viernes, 11 de mayo de 2012

Tiempo extraviado.

Un intenso zumbido, un ruido desagradable lo sacó de súbito del sueño -nada apacible- en el que se hallaba.

Se sintió desorientado, de pronto no supo en que época se hallaba, no sabía si para acallar esa odiosa alarma que parecía retumbar en las paredes de sus oídos tenía que alargar la mano hacia el buró y presionar el botón del reloj digital o si tenía que aplicar presión sobre el reloj de agujas con un dispositivo mecánico o si debía tocar el sensor implantado detrás de su oreja o si tenía que mandar callar al criado que agitaba la campana.

Abrió los ojos con pesadez y hastío y alargó el brazo hacia la mesita de noche que había a un lado de la cama. Reloj digital con alarma molesta. Lo apagó pulsando el teclado sensible en la parte superior de la pequeña cajita.

Se desenvolvió del cálido abrazo de las sábanas, que a raíz de la creciente ola de calor comenzaba a ser más bien como unas manos asfixiantes sobre el cuello. Observó su cuerpo, bíceps y torso y muslos bien definidos, no llevaba más que unos bóxers ajustados, de alguna tela sintética que regulaba la temperatura. Tenía que mantenerse en la mejor forma posible, era menester para poder llevar a cabo sin contratiempos los viajes, además no quería estar fuera de forma si se metía en problemas, debía ser capaz de poder librar cualquier obstáculo, enfrentarse contra cualquier bravucón o avanzar entre una multitud a codazos si era necesario, y salir bien librado. Y estando al máximo de sus capacidades físicas, esto era, por lo general, posible.

Comenzó a organizar sus pensamientos, a seccionar su cerebro, a compartimentar los bloques de este y a separarlo por prioridades. Bien, pensó mientras los pensamientos comenzaban a caer en su lugar como fichas que se acomodan por sí mismas, estamos en la segunda década del siglo, así que la vestimenta es ligera, perfecto, odiaría tener que vestir pomposamente con este endemoniado calor.

La alarma implantada subcutáneamente en la muñeca comenzó a vibrar, ya no había tiempo, tenía que cumplir con su misión. Se metió rápidamente en los jeans, se calzó unos tenis gastados a los que se aseguró de atarles fuertemente las agujetas y se pasó sobre la cabeza una camisa sin mangas bastante adecuada para el día, sacó del pequeño cajón del buró la pistola de impulsos y tras asegurarse que estaba cargada al cien por ciento, salió de la habitación sin siquiera molestarse en cerrar la puerta.

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Tiempo extraviado Volúmen II 

martes, 8 de mayo de 2012

Inevitable destino.

¿Qué harías si supieras que estás a punto de morir, que tu tiempo se ha agotado y la inexorable aguja del reloj ha dejado de girar para ti? ¿ Qué pasaría si todo tu mundo estuviera a punto de derrumbarse, el suelo bajo tus pies tambaleándose y tus creencias flaquearan?

Paracaidismo, bungee, motos, adrenalina, drogas, alcohol, le propondrías matrimonio a la chica de la que estás enamorado desde siempre, no te callarías nada, abrazarías a cualquiera que se te pusiera en frente, comenzarías a vivir.

¿Pero entonces qué? justo cuando has encontrado el verdadero sabor de la vida, ésta termina, la muerte te engulle y vuelves a la nada.

Pero la muerte no se iría limpia, al aprovechar los últimos momentos, al quitarle la ventaja del elemento sorpresa, le habrías ganado por lo menos una pequeña batalla, y eso es algo que ella detesta, algo con lo que no puede vivir -¡qué ironía!-, algo que pocos humanos pueden hacerle, es como reírse en su cara tras haberla abofeteado. Y así, por lo menos te irías con una sonrisa a la tumba.

lunes, 7 de mayo de 2012

La exánime disculpa.

La cabeza te da vueltas, un mareo antinatural se apodera de ti, llevando consigo la desesperación, el anhelo inalcanzable, la frustración. Las paredes de tu habitación parecen encorvarse como la espalda de alguna extraña abominación que nació pretendiendo ser humano. Sales, necesitas aire fresco, aire contaminado, cenizas, da lo mismo, lo importante es dejar de pensar, acallar esa imagen que grita desde cada rincón de todas y cada una de tus neuronas.

Él pudo ser siempre es mil veces peor que lo que no fue. Vagas sin rumbo, caminas dos, tres, quién sabe cuantas manzanas, hasta percatarte del hecho de que tus pies no llevan un rumbo impreciso. Sin saberlo, desorientado por el retumbar de la música proveniente de los audífonos en el interior de tus oídos, tu cuerpo te ha llevado hasta donde podría estar ella, encontrarla, decirle algo, lo que sea, sería el único verdadero camino a la redención.

Pero no está, se ha marchado, ha salido de tu vida y no queda más que ese inmenso vacío, profundo, tenebroso, frío. Poco a poco te das cuenta que el vacío va cambiando, transformándose en parte de ti mismo, o quizá tú eres ese vacío, y hasta ahora comienzas a volverte uno con todas las partes de ti mismo.

Caes rendido en el sofá, ni siquiera te tomas la molestia de encender la luz de la sala. Caes en un profundo sueño, amargo como fruto podrido, en vez del sueño reparador que el resto de tus congéneres suelen apreciar. el último pensamiento coherente que circula por tu cerebro, es descorazonador pero inquebrantablemente cierto, duro como roca. La desazón de saber que nunca la volverás a ver y saber que eso te convertirá poco a poco en una criatura nueva, sin alma, con pensamientos en lugar de sentimientos y un hueco rojo, casi negro, espeso y de sabor metálico -como la sangre-, en lugar de corazón.

martes, 1 de mayo de 2012

Malafortunados.

Los malafortunados en realidad no son tan diferentes de nosotros. Tienen las mismas cuatro extremidades, un rostro expresivo el cual exterioriza sus emociones, en fin, comparten todas nuestras cualidades físicas. Unos inclusive son famosos, otros han amasado riquezas, otros blanden sendos puestos de poder alrededor del mundo, pero nada de esto les llena, porque no importa cuánto tengan, jamás podrán conseguir lo que realmente desean. El verdadero objeto de sus deseos, sea cual sea, les resulta eternamente esquivo.

Pongamos como ejemplo, para ilustrar mis palabras, al hombre J, enamorado de la chica J. El hombre J es apuesto, incluso con la cicatriz que comienza en el pómulo derecho, justo debajo del ojo y termina al arañar la comisura de los labios, levantándolos ligeramente, creando un efecto de eterna sonrisa siniestra, podría tener a casi cualquier chica que deseara mientras camina por el medio del enorme centro comercial con su elegante traje de color negro (un color que por alguna razón parece ser al que parecen, invariablemente, terminar acudiendo y refugiándose en él los malafortunados), pero él carece de interés, el interés de fijarse en cualquier otra chica que no sea la chica J, al igual que el resto de los de su especie, una idea se le ha grabado en fuego en el subconsciente.

Ella lo ve, desde el otro lado del recinto, coinciden a diario, y se dirigen un amable saludo cuando se ven. Este día, ella le devuelve el saludo con una expresión cortés pero triste. Conoce a detalle los sentimientos que él le prodiga, pero hay algo en ella que le evita corresponderle, no sabe qué es, pero desde el fondo de su pecho, una voz casi imperceptible le susurra, le advierte que hay algo anormal con él, algo que anida dentro de él, algo que no es humano aunque tampoco tiene un origen establecido. Con enorme pesar, sabiendo que por mucho que lo desee, sus vidas no podrán jamás cruzar los rumbos, la chica desvía sus claros ojos, los cuales cambian de color dependiendo del ángulo en que los toque la luz, deseando que él deje de pensar en ella, para que así no duela tanto el tener que rechazarlo.