viernes, 9 de octubre de 2020

Aliento de Dragón: ¡Salven a la Princesa, salven al Reino!

El título de este capítulo es una referencia directa a la serie HÉROES, en cuya primer temporada la consigna principal era: ¡Save the cheerleader, save the world! (¡Salven a la porrista, salven al mundo!)  



El cuarto se sumió en un silencio sepulcral cuando el rey dejó sus últimas palabras flotando entre ellos, como una densa niebla donde habitara la oscura versión alterna de la realidad en la que podría estar ahora todo el reino de no haber sido por Eon e Ilan. 

Finalmente, el silencio se rompió cuando Eon comenzó a despertar tal y como Ilan lo había hecho minutos antes. 

—Has salvado a los dos muchachos —se alegró el rey. 

Syrius asintió con humildad y se limitó a hacer una leve reverencia con la cabeza. 

—Pensé que estaría muerto —dijo Eon Musk apenas abrió los ojos. 

—No estuviste lejos muchacho —respondió Syrius en tono enigmático —. De hecho, los dos sí que pasaron tiempo a las puertas de la muerte. No me extrañaría que empezaran a tener pesadillas a partir de ahora..., pesadillas o recuerdos.

Todos quedaron mudos ante tan lúgubre recibimiento por parte del mago rojo. El rey, un hombre acostumbrado a los banquetes, los grandes recibimientos y a los bufones en la cena, no le agradaba particularmente este ambiente tenso, así que decidió cambiar de tema. 

—El reino, sus habitantes, y sobre todo yo mismo, les estamos eternamente agradecidos. Como rey, les debo mi completa gratitud, pero como padre, estoy en deuda con ustedes. Una deuda que jamás alcanzaré a pagar, lo que hicieron, salvar a mi hija, es una deuda que simplemente no se puede saldar en una vida. 

La cabeza de Eon aún daba vueltas y más vueltas, por lo que sólo pudo llevarse la mano al pecho y hacer un gesto para hacerle ver al rey que era empático con sus palabras y su sentir. 

—Cualquier guardia que se hubiera percatado de lo que estaba a punto de suceder habría hecho lo mismo —aseguró Ilan Thorpe con un dejo de falsa humildad que no le pasó desapercibido a Eon. 

—No estés tan seguro de eso muchacho. Poner la propia vida en riesgo para salvar a una desconocida, aunque se trate de una princesa, no es algo que cualquier persona haría —dijo el rey.

—Supongo entonces que por eso somos la Guardia Draconiana —afirmó Ilan —, no somos como cualquier persona —”Somos mejores” quiso decir en voz alta, pero se abstuvo. Mostrar su arrogancia habitual no sería prudente frente al rey, sin importar qué tan carismática fuera la forma en que lo expresara. 

Syrius permanecía atrás del rey, aparentemente se había retirado a un plano secundario de la habitación, como si la conversación le resultara trivial o como si él no formara parte de ella, sin embargo, prestaba atención a cada palabra de ella. 

Las palabras de Ilan quedaron sin contestación, y el rey se giró hacia Eon. 

—Y dime muchacho, ¿cómo fue que te percataste del atentado?

Entonces Eon explicó su versión de la historia, desde que estaba con Aladan frente al edificio rojo, el metal que se veía en la cornisa que se parecía sospechosamente a una ballesta, su ascenso apresurado a través de las plataformas en la pared, hasta la brutal pelea que había tenido lugar cuando se enfrentó a ese asesino experto, el cual era tan habilidoso que ni siquiera Eon con sus poderes mágicos había sido capaz de detenerlo del todo. Después les dijo lo que había venido a hacer a la capital, y también que era su primer día allí. 

Durante todo el rato en que Eon habló, Syrius no paró de mirarlo fijamente con los ojos entrecerrados, atento a cada palabra del muchacho, hasta que finalmente su impaciencia pudo más, y tuvo que interrumpir el relato.

—¿El asesino te dijo algo? —preguntó de manera hostil, como si recelara de la historia de Eon.

—Nada —respondió el chico —estábamos demasiado ocupados tratándonos de matar el uno al otro —y dirigió una mirada amenazante hacia el mago rojo.

—Ya veo —contestó Syrius, al tiempo que pareció retraerse dentro de sí mismo, dio un paso atrás, su porte se relajó, y nuevamente pasó a ocupar el ya tan acostumbrado lugar secundario que le correspondía a los consejeros durante las audiencias del rey.

Entonces el rey, una vez más tuvo que intervenir, para relajar la tensión que vibraba en el ambiente. 

—Es tu primer día muchacho, ¡y ya te volviste un héroe! Si te damos un mes viviendo en la capital , eres capaz de quitarme mi puesto como rey —bromeó el monarca, al tiempo que su barba se agitaba arriba y abajo mientras su rechoncha cara reía ante su propio chiste. 

Eon sonrió, pero al intentar reír, el costado le ardió como si lo estuvieran quemando con un hierro al rojo vivo, allá donde la estrella metálica y afilada del asesino lo había alcanzado. Lo mismo le pasó a Ilan Thorpe cuando rio y su vientre lanzó un espasmo de dolor que lo hizo contraerse, fue como volver a sentir la flecha clavada ahí. 

El rey entrecerró los ojos y su expresión se volvió seria, al percatarse del dolor que las heridas aún provocaban en los muchachos, y recordó toda la gravedad de lo que acababan de vivir, tanto ellos como él mismo. Cuando volvió a hablar, lo hizo ya sin rastro de jovialidad y con voz seria.

—De haber muerto mi hija, o su esposo, o ambos, nos habríamos sumido en un caos con el reino vecino, y eso es algo que no necesitamos justo ahora, con estos tiempos tan volátiles que corren.

—¿Por qué lo dice? —preguntó Ilan.

El rey guardó silencio y pareció meditar demasiado su respuesta, como si esa simple pregunta lo hubiera tomado por sorpresa. Syrius sabía bien a qué se debía eso. El monarca no se sentía a gusto platicando con casi ninguna persona sobre el tema de su heredero varón…, o la falta de este. Y para contestar la pregunta del joven rubio, lo más fácil habría sido sacar el tema del heredero. Syrius contempló expectante y con disimulada curiosidad la escena, en espera de ver qué diría el rey a continuación. 

Entonces el rey procedió a contarles que habían estado llegando sombríos rumores a la corte durante las últimas semanas desde el Norte, desde el muro de Adriano.

—Y es por eso —dijo el rey—, que el asesinato de la princesa hubiera roto el frágil equilibrio en que está la paz con el reino vecino, y si este se rompiera, si dos casas de los reinos más poderosos del país entraran en conflicto, el resto de casas podrían aliarse con una o con otra, para iniciar una Guerra Civil.

Una vez más, las palabras quedaron flotando en el aire, mientras el rey parecía perdido en sus pensamientos. Pero aún no terminaba de hablar, los demás se percataron de esto, así que no dijeron nada hasta que el rey se decidió a hablar de nuevo.

—Y si los rumores del Norte son ciertos —dijo en un tono funesto —, una guerra civil justo ahora sería lo peor que nos podría pasar. No sólo a nuestro reino, sino también al resto de reinos al sur del Muro de Adriano.

—¿Pero qué son estos rumores, de qué tratan? —preguntó Eon, visiblemente interesado.

—Bah, no tiene caso ni pensar en ello —intervino Syrius, intentando restar importancia al asunto—, probablemente no sean más que las alucinaciones de un guardia borracho que perdió su disciplina estando tan lejos de la capital, huyó del asentamiento que tenemos en la frontera con el muro y espantado por sus visiones al llegar al pequeño poblado de Dune, decidió mandar un mensaje absurdo a la capital.

—Esperemos que así —contesta el rey —, por que si lo que ese guardia loco puso en su mensaje es cierto, entonces…

—¿Entonces qué? —volvió a preguntar Eon.

—Entonces hay que estar agradecidos con ustedes de haber evitado que estallara la semilla de una Guerra Civil en el país.


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