martes, 2 de julio de 2019

Aliento de Dragón: Magos y Plebeyos (3)




Eon Musk llevaba un par de minutos vagando por los pasillos y entresijos del castillo. Había pedido instrucciones para llegar hasta el despacho de Aladan, pero después de las segundas escaleras, y la quinta vuelta a la derecha, había quedado irremisiblemente perdido. Y ahora, los pasillos estaban misteriosamente vacíos, como si la gente hubiera salido por algún tipo de evento. Y no había forma de regresar por donde había venido, después de tantos giros, ya no podría recordar nada. Siempre había sido algo despistado en cuanto a orientación se refería. 

La mayoría de los pasillos se encontraban en penumbra, iluminados apenas por unas lánguidas antorchas empotradas a las paredes, ya que no tenían ventanas, las cuales estaban reservadas para las habitaciones, tal como había podido constatar desde fuera. Aún así, siguió caminando. En algún punto tendría que encontrar a alguien que lo pudiera ayudar a encontrar el despacho de Aladan, o cuando menos guiar hacia la salida.



Y así fue, de pronto encontró a alguien, o algo así. Desde el final del pasillo le llegaron unas voces que discutían acaloradamente. Siguió avanzando, lentamente, sin hacer ruido para no ser descubierto, hasta casi llegar al final del pasillo, justo antes de donde éste se quebraba a la izquierda. Aguzó el oído y comprobó que sólo eran dos voces las que discutían. Una era enérgica y envalentonada, era la voz de un joven, y la otra era lenta, espaciada y arrastraba algunas letras, la voz de alguien que ya ha dejado sus mejores años muy atrás.

-Prometo que voy a pagar todo, todo -aseguró la segunda voz -. Sólo necesito que me den como plazo esta semana.

-Ya te dimos un día de más -contestó la primera voz-. Paga ahora.

-Es que no tengo el dinero -se disculpó el anciano-. Pero lo tendré. Sólo necesito una semana, lo juro.

-No es mi culpa que gastes todo tu dinero en prostitutas y en apuestas, Aladan -repuso el joven-, tienes una deuda y vas a pagarla, si no puedes saldarla ahora con dinero, pagarás tu semana extra de otra forma.

Ambos quedaron en silencio unos instantes, y después se escuchó un ruido sordo, como el de un golpe mal disimulado. Este hecho, aunado a escuchar el nombre de quien iba a ser su mentor, activó en Eon un resorte invisible que lo hizo salir de su escondite, giró la esquina del pasillo y quedó de frente a los dueños de las voces. Ambos voltearon a verlo.

El anciano, Aladan, estaba arqueado, recargado contra la pared y con una expresión de dolor en el rostro. Se sujetaba fuertemente el estómago, donde probablemente había recibido el primer golpe. El hombre joven era un rubio alto. Tenía la clásica expresión altanera y arrogante de los muchachos a quienes las chicas siempre les han cumplido todos sus caprichos. Eon sintió un odio naciente hacia ese sujeto. Sólo un bravucón era capaz de golpear a un anciano. Eon los odiaba, ya que durante toda su infancia lo habían molestado por ser el más raro de la escuela, pero él se negaba a usar sus poderes para lastimarlos, debido a que no quería angustiar a su madre, ya que además de quererla demasiado, le había prometido cuando era niño, que no los usaría para lastimar a los niños que lo molestaban.

-Vete de aquí, esto no te incumbe, niño -le increpó el sujeto rubio.

-Me incumbe cuando una persona quiere atacar a alguien que no se puede defender -respondió altaneramente.

A juzgar por la forma de hablar de ese sujeto, aunada a una ropa, aunque costosa, bastante gastada por el uso, Eon supo que no era alguien de la nobleza. También tenía una forma tosca de moverse cuando giró hacia Eon y avanzó un paso. Probablemente era algún tipo de soldado o matón profesional.

-Última oportunidad, chico, lárgate.

Aladan miró fijamente a Eon, suplicándole en silencio que se fuera, pero incapaz de recuperar el aliento para ponerlo en palabras. Probablemente al ver la diferencia de tamaños entre Eon, quien no era el más alto ni el más fornido, y el otro tipo, no tenía mucha fe en el resultado para Eon de una pelea entre ambos.

Entonces Eon extendió los brazos a los lados, sus ojos llamearon con un fuego impetuoso y sus manos se bañaron en llamas. En un instante, ahora el pasillo estaba completamente iluminado.

El hombre adoptó una actitud defensiva al instante. Pero no se amedrentó.

-Ya antes me he enfrentado a gente como tú -dijo el rubio-, y créeme que existen muchos métodos
para combatir la magia -y velozmente sacó una pequeña navaja del bolsillo de su pantalón.

Ambos hombres se miraron directo a los ojos, los dos quedaron completamente inmóviles, atrapados en un impasse*, a la espera de que el otro atacara primero para iniciar a pelear. Pero entonces Aladan usando todas sus fuerzas, se recobró y se interpuso entre ambos.

-Escucha, puedo pagarte la mitad hoy, si eso te parece bien, y la otra mitad al final de la semana, aunque tenga que mendigar comida el resto de ella -le propuso Aladan al sujeto.

El hombre se quedó pensativo unos segundos, siempre sin abandonar su postura de pelea. Aladan conocía de sobra la disposición de sus jefes a dar segunda oportunidad a quienes mostraban su voluntad por pagar, y ya que Aladan iba a dar la mitad,  no debería haber problema alguno.

Unos insatntes después el hombre guardó su navaja y volvió a relajarse.

-Está bien Aladan. Tienes hasta el último día de la semana.

-Bien. Tendré el dinero -respondió el anciano, al tiempo que sacaba las monedas de una bolsita atada a su cinturón y se las entregaba.

Las manos de Eon volvieron a la normalidad y el pasillo se sumió de nuevo en las penumbras.

Aladan le entregó las monedas al hombre y se giró hacia Eon. El rubio también volteó a verlo.

-¿Cómo te llamas, muchacho? -preguntó con voz amenazadora. Pero Eon no le tenía miedo a bravucones como él.

-Me llamo Eon Musk -imprimió a su voz de cuanta arrogancia fue capaz.

El sujeto dio media vuelta y echó a andar despreocupadamente. Como si no le importara lo más mínimo darle la espalda a un mago y quedar completamente desprotegido.

-¿Y tú cómo te llamas? -le gritó Eon. Esperaba que fuera lo suficientemente cobarde como para no responder y largarse de ahí, pero el hombre lo decepcionó al darse la vuelta.

-Mi nombre es Thorpe, Ilan Thorpe.

Dicho esto, giró, dio vuelta en un pasillo, y desapareció de sus vistas.

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-Fuiste muy imprudente al enfrentarte de esa manera a ese sujeto -lo regañó Aladan.

Ahora se encontraban en el estrecho despacho del hombre, el cual comenzarían a compartir dentro de pronto.

-Muchos dirían que fui valiente -respondió Eon, echándole una mirada a los techos y paredes del recinto, deteniéndose en la estantería repleto de libros con nombres interesantes.

-Es un miembro de la Guardia Draconiana -fue la explicación sumaria de Aladan.

-¿Y eso qué?

-Son los soldados que se encargan personalmente del cuidado del Rey y de su familia. Son escogidos de lo mejor de lo mejor entre los soldados y las demás guardias.

-Aún así sigue siendo un soldado más. Y yo tengo esto -dijo Eon, al tiempo que invocaba una leve brisa en el cuarto, la cual agitó sus ropas.

-De todas maneras, ni tu magia te garantizaría nada. Desde que los entrenan para formar parte de alguna Guardia, los adiestran en la lucha contra la magia.

Ambos quedaron en silencio, después de esto Eon recordó preguntarle algo que le había llamado la atención durante su extravío en los pasillos.

-Por cierto, ¿dónde está toda la gente del castillo? Casi no vi a nadie antes de encontrarte a ti.

-Están en el mismo lugar al que vamos a ir tú y yo, muchacho -Eon arqueó las cejas en una pregunta muda -. A las calles a recibir a la princesa -contestó Aladan.

-¿A recibirla? ¿dónde estaba?

-Fue al reino vecino, a comprometerse y ahora regresa a casa acompañada de su futuro esposo.

Y así, salieron del castillo, mientras Aladan le contaba más cosas de la ciudad, hasta que, sin darse cuenta llegaron a las calles, a las afueras de los altos muros del castillo, las cuales para sorpresa de Eon se encontraban abarrotadas.

Aladan le platicó sobre la estrategia de comprometer a la princesa con el príncipe del reino vecino, para así sellar una precaria paz que pudiera estabilizar a los tres reinos al sur del muro.

-Nuestro reino es el único que colinda con el muro de Adriano al Norte -le había explicado mientras caminaban-, necesitamos este tipo de alianzas con los reinos del sur, ya que si los salvajes y exiliados al Norte cruzaran el muro y nos atacaran, quedaríamos expuestos ante un ataque por el sur de quien viera debilidad en nuestro reino, pero si por el contrario son nuestros aliados, en vez de aprovecharse de la invasión, nos ayudarían a enfrentarla.

-Parece que la gente quiere mucho a la princesa -comentó Eon.

-Es una mujer inteligente, sabe hacerse querer -respondió el viejo, al tiempo que guiaba a su nuevo pupilo hacia la esquina de una calle que se hallaba al final de donde pasaría la procesión de la princesa -. Aquí no hay demasiada gente y podremos ver todo cuando pasen por aquí.

Eon se recargó contra el muro de madera de la edificación que tenía a sus espaldas y miró de reojo el edificio rojo de cuatro pisos que estaba frente a él, cruzando la calle.

De pronto el bullicio entre la gente comenzó a aumentar de manera gradual, primero lentamente, como el agua calentándose en una olla tapada, y después de golpe, como el agua que ya hierve y está a punto de hacer estallar el recipiente.

-Ya se acercan -dijo Aladan mientras señalaba hacia el extremo opuesto de la calle donde se encontraban ellos.

Una enorme carroza, tirada por dos enormes corceles blancos ascendía por la calle empedrada que llevaba hasta la entrada del castillo, mientras la gente se abría hacia ambos lados para hacerle paso, apretujándose unas con otras o aplastándose contra las paredes de las casas.

Eon observaba impasible, con el aburrimiento reflejado en el rostro y sin molestarse en disimularlo, cuando vio un destello metálico en la cornisa del edificio rojo. Ese tipo de destello le resultó sospechosamente familiar.

Tantos años yendo de caza con sus tíos, esperando pacientemente entre la espesura del bosque, a la espera de que alguna bestia magnificente apareciera, le habían enseñado a reconocer el tipo de destello que un rayo de sol podía arrancar de ciertos metales. 

Parecía tratarse de una ballesta. Entrecerró los ojos, y prestó más atención, y sus sospechas fueron confirmadas. Parte de la silueta de una ballesta sobresalía de la cornisa del edificio. Y apuntaba directamente hacia el lugar por el que dentro de pocos instantes pasaría el carruaje de la princesa y su prometido.

-¡Oh no! -exclamó.

-¿Qué pasa? -preguntó Aladan, alarmado por su tono de voz.

Eon no le respondió, simplemente echó a correr. Cruzó la calle, y se dirigió al enorme edificio rojo.

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Glosario:

Impasse - Situación en la que se encuentra un asunto o problema que no progresa o al que no se le encuentra solución.
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Siguiente capítulo:

Fugitivos

Capítulos anteriores:

Magos y Plebeyos (2)

Magos y Plebeyos

La Guardia Draconiana (3)

La Guardia Draconiana (2)

La Guardia Draconiana

Prólogo

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