As de espadas y Joto de diamantes en la mano, una combinación poderosa, no implacable, pero tendría que servir.
Apuesta la mitad de todo su dinero, esperando espantar a su adversario, un tipo de bigote curioso y algo regordete, el cual no se ha quitado la gorra ni los lentes en las diez horas que llevan jugando en la mesa final, y así llevarse la entrada.
Pero el tipo no se echa para atrás. Paga su apuesta. Ya es muy tarde para preocuparse. Una fina gota de sudor recorre lenta, exasperantemente lenta, su frente y baja hasta su mejilla. Casi puede sentir un cosquilleo en la espalda como si las cientos de cámaras que lo enfocan desde todos los puntos le arañaran con manos invisibles, frías y sin conciencia. Respira hondo mientras el dealer saca las tres primeras cartas del flop, con una calma que le pone los nervios de punta, más aún, totalmente ajeno a la tensión que sufren ambos jugadores.
Es una época extraña esta, si gana el partido, ni siquiera va a tener que ensuciarse las manos para matar a su objetivo. Las reglas de la mesa final son muy explícitas: aquel que pierda tendrá que suicidarse y el ganador se hará asquerosamente rico, tan rico que ni él o sus hijos tendrán que volver a trabajar en sus vidas.
Pero eso a él no le importa, hace tiempo que dejó de interesarse en las riquezas o en acumular posesiones materiales, él ahora está entregado en cuerpo y alma a su misión, debe limpiar la historia, debe hacer desaparecer a todos los que son una amenaza para la raza humana, sin importar la época o lugar en que se encuentren.
Salen otro As en el flop, es de diamantes, y hacen su aparición un Ocho y Rey de tréboles.
Pasa, con sólo un par no tiene mucho terreno sobre el cual moverse. Pero su adversario no lo va a dejar ir limpio, si quiere ver la siguiente carta, le va a costar la cantidad que ese sujeto desee apostar.
La suma asciende a la mitad -de nuevo-, de lo que ahora le queda. El momento de flaquear ha pasado, estudia a su oponente, sabe que le gusta hacer un uso exagerado del Bluff, y siendo sólo dos oponentes, las probabilidades de ganar con el par más alto de la mesa son realmente altas.
Paga. La presión es demasiada, si pierde esta mano va a estar en un buen lío, y no tiene ni idea de cómo le haría para escabullirse entre tantos guardias fuertemente armados y bien entrenados que rodean el lugar.
El dealer desvela el Turn -la cuarta carta-, como el telón al iniciar la obra. Aparece un Joto, respira un tanto aliviado, ahora con dos pares, sus probabilidades aumentan, pero una pequeña alarma suena en su cerebro al percatarse de que es otro trébol, ahora hay tres de ellos en la mesa y eso nunca es bueno. Pasa, y su oponente apuesta todo. El momento decisivo ha llegado, ahora es todo o nada.
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Esta historia continúa en:
Tiempo extraviado (Bluff) Parte 2
Capítulos anteriores:
Tiempo extraviado Volúmen II
Tiempo extraviado
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