lunes, 14 de mayo de 2012

Tiempo extraviado. Vol II.

El frío, pulido y reluciente acero del cuchillo se hundió sin dificultades en la piel de la nuca, haciendo un corte limpio entre la sexta y séptima vertebra, un golpe perfecto, fruto de años de entrenamiento.

Había un sinfín de armas con las que podía matar, pero además de que su cuchillo, más semejante a un bisturí, era su arma favorita, había épocas en que el uso de pistolas de impulsos y similares estaban restringidas.

Así que siempre utilizaba el sigilo y el certero filo de su cuchillo, sin importar la época.

No conocía a las personas que asesinaba, personas peligrosas para la historia, según le decían, personas que debían ser eliminadas de la ecuación por el bien de la humanidad. Trataba de no pensar en ello, lo veía sólo como un trabajo, una misión que debía cumplir, y así lo hacía. Y sentía que debía rendirles un homenaje, si los iba a matar, por lo menos que fuera con sus propias manos, en vez de utilizar algún arma cobarde que mata a distancia.

El cuerpo del pobre diablo al que acababa de matar se desplomó, lo sostuvo del pecho para que no azotara, no podía darse el lujo de hacer ruido y llamar la atención, y lo bajó hasta el suelo, luego lo arrastró hacía un cubículo vacío, y lo acomodó sobre el retrete.

Las finas ropas del hombre no habían sufrido una sola salpicadura, y su propia ropa, igual de elegante, tampoco guardaba evidencia alguna del homicidio. Pasarían varias horas antes de que alguien encontrara el cadáver, y para entonces él ya estaría muy lejos, fuera del alcance de cualquier tipo de justicia que hubiera en ese entonces.

Salió del baño del restaurante con paso firme y sereno, el paso de un asesino que ha aprendido a mantenerse impasible ante casi cualquier circunstancia. Eso claro, después de muchos años de entrenamiento y práctica.

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Esta historia continúa en:

Tiempo extraviado (Bluff) Parte 1


Capítulos anteriores:

Tiempo extraviado 

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