martes, 14 de agosto de 2012

brutalica (versión alternativa).

Un único pensamiento acudió en su ayuda, más bien una palabra, una palabra evocando una única imagen en su mente. El encendedor.

Si la chica quería quitarse de encima al sujeto que había irrumpido dentro de su coche y ahora estaba sobre ella, forcejeando e intentando quitarle el vestido por la fuerza, mientras la saliva le escurría por la barbilla a causa de la excitación y el esfuerzo, sólo había una opción. Y esa opción era quemarle el rostro, o si se podía un ojo, mucho mejor.

Así que con una frialdad recién adquirida (o mejor dicho, recién descubierta), alargó el brazo sin que el sujeto se diera cuenta, extrajo el encendedor que se encontraba debajo de la radio, y sin titubeos se lo plantó al hombre en el ojo izquierdo.

El grito de agonía no se hizo esperar. La chica que se había asustado, que se había rendido al pánico en una primera instancia, cuando el hombre recién irrumpió, abandonándose a la desesperanza y a la frustración, ahora se sentía renovada, como si a partir de ese momento ella tomara el control de la situación.

Y así lo hizo. Aún con el reducido espacio de la cabina de su auto, pudo echar el brazo hacia atrás para agarrar carrera y estampar el puño directo en la nuez del sujeto. El tipo se llevó las manos al cuello, con sonidos guturales que acallaban los gritos, como si se estuviera ahogando. Salió con torpeza del auto, pero al hacerlo de espaldas, con el dolor tensándole la piel del rostro, enrojeciéndola y mientras las venas parecían querer salir disparadas, el tropezón que lo hizo caer de espaldas fue inevitable.

La chica salió velozmente del auto, como una gacela que de improviso se encuentra con un león indefenso, impotente. Se paró junto al rostro del hombre, y sin titubear, le incrustó el tacón directo en el ojo chamuscado. La cabeza del sujeto golpeó con un sonido de hueso rompiéndose contra el suelo. La textura gelatinosa en que se hundió el tacón, le provocó querer sacarlo de ahí enseguida.

Cuando sacó el tacón del rostro del hombre y se percató de que aún seguía vivo, pasó una pierna por encima de él y se inclinó sobre su pecho, con una sensualidad en sus movimientos que cualquiera pensaría que era una amante inclinándose sobre su enamorado, y no una mujer a punto de cometer el acto más deleitoso que puede llegar a albergar el corazón humano.

Venganza.

Con una decisión y una fuerza que hasta hace poco no sabía que albergaba, llevó las manos a la garganta del sujeto, el cual en un último, aunque vano, intento de lucha alargó la mano hacia el rostro de la chica, la cual se limitó a morderlo en el dedo índice con una ferocidad que le pondría los pelos de punta a cualquiera. Aunque no arrancó la primera sección de su dedo del todo, sí que la dejó unida al resto del dedo por una frágil línea de carne sanguinolenta.

El hombre dejó de luchar y la chica echó todo el peso de su cuerpo sobre las manos entrelazadas sobre una garganta por la cual la vida había dejado de pasar. Observó directo al único ojo del hombre, mientras la vida se escapaba de él, mientras se iba apagando como la tenue llama de una vela en medio de una nevada.

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