-¡Por fin has llegado Batman, síiiiii! –exclamó el Guasón, alargando la última letra con un tono jocoso.
Elevó las manos en el aire, por encima de la cabeza y empezó a dar pequeños aplausos con la emoción del niño a quien su mamá le ha organizado la mejor fiesta de cumpleaños y el niño más popular de la escuela acaba de llegar.
El hombre
murciélago se mantuvo impasible, sereno, estoico. Tal como era siempre. Miró
hacia el resto de la gente. Ahí estaban todos reunidos, todos maniatados,
atados a sillas plegables y con las bocas amordazadas con paliacates
coloridos. Estaban el gobernador de Ciudad Gótica con sus dos hijas y su esposa, también estaba ahí el fiscal de distrito Harvey Dent (con una expresión
aburrida en el rostro pero odio en unos ojos que no despegaba del Guasón),
varios magnates de las grandes corporaciones de la ciudad junto con sus esposas
o amantes y una docena más de personas influyentes.
-Déjalos ir
maniático –dijo Batman con una voz que parecía de
ultratumba, grave y poderosa, una voz que infundía el miedo en sus enemigos.
El Guasón se
dio la vuelta hacia el alcalde y le propinó una bofetada. Fue tan dura, que
aventó al alcalde hacia atrás y lo hizo caer de espaldas, aún sentado, contra
el suelo. Echó a reír como poseso.
-No seas
ridículo Bati-Bat, si la fiesta apenas empieza –y lanzó una carcajada
histérica.
Los matones
del Guasón rodeaban toda la estancia, el salón donde hacía pocos minutos se
daba una elegante fiesta. Todos llevaban máscaras de payaso sobre las caras y
pesados rifles semi-automáticos al hombro.
Pero a
Batman no le importaban ellos. Su atención estaba totalmente centrada en el
Arlequín psicópata que caminaba de un lado a otro frente a la hilera de
rehenes. El Guasón tenía dos heridas enormes en el rostro, que iban desde las comisuras de los labios hasta las patillas, en una
macabra y eterna simulación de sonrisa. Cubría estas heridas con un
maquillaje rojo que hacía parecer que tenía unos largos e inmensos labios
rojos. El resto de la piel de su rostro se había tornado blanca como la leche
debido a un ácido corrosivo que él mismo se había vertido en la cara, alguna
vez que quiso demostrarle su amor a Harley Quinn, cuando ella era todavía
una psiquiatra respetada.
Y el cabello, el cabello era el detalle más tétrico de todos. Era de un verde colorido, como si se dispusiera a ir a una fiesta de disfraces. Pero el cabello no era así por algún colorante artificial; era fruto de un retorcido experimento psicológico que el Guasón había llevado a cabo por sí mismo durante su estancia en el manicomio de Arkham. Lugar en donde tenía comprados a prácticamente la totalidad de guardias.
Batman había quedado asqueado cuando había leído el antiguo expediente...
Pero se obligó a volver al presente y concentrarse en lo que tenía enfrente. Tenía que salvar a los presentes.
-¡Todos van a morir Batman! ¡y no hay nada que tú ni nadie pueda hacer para evitarlo! -aulló el Guasón en un paroxismo de locura.
Batman permaneció callado. Tomó un gadget en forma de pistola que llevaba en el cinto, y lo apuntó hacia el techo. Un delgado y resistente cable terminado en un gancho desplegable de tres picos brotó del cañon, y se asió a una de las columnas transversales en el techo. Batman salió despedido hacia arriba cuando el mecanismo de la pistola comenzó a retraer el cable.
Los maleantes, todos con sus máscaras de payaso, comenzaron a disparar hacia el hombre murciélago. Una bala dio de lleno en el Kevlar de la armadura, a la altura del abdomen y le sacó el aire.
Al llegar a la parte superior del recinto, Batman avanzó a brincos entre las vigas y se confundió con las sombras.
-Deténganse -ordenó el Guasón. Y se dirigió hacia los rehenes.
Sacó un enorme cuchillo de caza y avanzó con paso decidido hacia el fiscal de distrito.
-Usted ha metido a mucha gente en prisión, Señor Dent -escupió el nombre como si le causara repulsión en el paladar -. Quizá sea hora de que deje de ser tan serio, quizá sea hora de que dibujemos una gran y feliz sonrisa en ese rostro -acercó peligrosamente el cuchillo hacia la cara del fiscal -. ¡Una gran sonrisa como la mía! -y comenzó a reír como loco.
Una silueta envuelta en una capa de sombras descendió a un lado del Guasón y habló con la voz atronadora que sólo alguien surgido del Hades puede tener.
-¡Ya basta maníaco!
Y acto seguido estampó un sonoro golpe en la cara del payaso, quien cayó directo al suelo.
Las balas comenzaron a volar por todas partes, mientras Batman saltaba por la habitación en zigzag, acercándose hacia los hombres armados.
La guerra había comenzado.
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Les dejo las portadas de los libros de regalo.
Batman permaneció callado. Tomó un gadget en forma de pistola que llevaba en el cinto, y lo apuntó hacia el techo. Un delgado y resistente cable terminado en un gancho desplegable de tres picos brotó del cañon, y se asió a una de las columnas transversales en el techo. Batman salió despedido hacia arriba cuando el mecanismo de la pistola comenzó a retraer el cable.
Los maleantes, todos con sus máscaras de payaso, comenzaron a disparar hacia el hombre murciélago. Una bala dio de lleno en el Kevlar de la armadura, a la altura del abdomen y le sacó el aire.
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-Deténganse -ordenó el Guasón. Y se dirigió hacia los rehenes.
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-Usted ha metido a mucha gente en prisión, Señor Dent -escupió el nombre como si le causara repulsión en el paladar -. Quizá sea hora de que deje de ser tan serio, quizá sea hora de que dibujemos una gran y feliz sonrisa en ese rostro -acercó peligrosamente el cuchillo hacia la cara del fiscal -. ¡Una gran sonrisa como la mía! -y comenzó a reír como loco.
Una silueta envuelta en una capa de sombras descendió a un lado del Guasón y habló con la voz atronadora que sólo alguien surgido del Hades puede tener.
-¡Ya basta maníaco!
Y acto seguido estampó un sonoro golpe en la cara del payaso, quien cayó directo al suelo.
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La guerra había comenzado.
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Gracias!!!
ResponderEliminarGracias a ti por comentar! Espero te haya gustado!
EliminarSaludos!
edwinguarethcucot@gmail.com
ResponderEliminarListo, ya quedaste agregado. Saludos!
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