miércoles, 7 de agosto de 2019

A Short Love Story (4)

¡Hola Lectores de Espada Literaria!

Con el firme propósito de convertir esta pequeña serie de cuentos en una novela hecha y derecha, he decidido darle nombre a los protagonistas a partir de ahora, para que sean personajes más tangibles, más reales y la lectura de la historia se vuelva más sencilla.

Así que el nombre para la mujer, la esposa del viejito que la recuerda, será Natalia Turner, mientras que nuestro protagonista se llamara Benjamin Walker. Los demás personajes irán teniendo nombres conforme la historia avance.

¡Espero que disfruten la historia y que compartamos este romántico y melancólico viaje juntos!

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El año era 1958, la música de rock n´roll sonaba a todo volumen por los altavoces de la rocola del restaurante. Chicas lindas, vestidas con su atuendo de meseras recorrían el lugar, yendo de mesa en mesa en sus patines, encima de los mosaicos del suelo pintados de blanco y negro, repartiendo hamburguesas y malteadas de fresa. Pero para Benjamin Walker, todas y cada una de ellas, hasta la más bella, eran completamente invisibles. 



En su mente sólo existía una chica, una chica que lo había ignorado y rechazado durante todo el verano: Natalia Turner. La chica a la que ahora esperaba y la cual llevaba 10 minutos de retraso.

Ese restaurante, con su encanto, su música y su deliciosa comida, era el mejor lugar del pueblo para tener una primera cita, o al menos así lo había sido hasta hace un año, cuando él todavía vivía en el pueblo.

Llevó la vista hacia su muñeca, y vio el reloj de cuerda que tanto orgullo le causaba, era algo arcaico, pero para él tenía un enorme valor. Era lo último que su padre le había regalado hacía ocho años, antes de partir a la Guerra. Ahora sólo tenía recuerdos vagos de él, y su hermana menor Sara, ni siquiera lo recordaba, ella apenas iba a cumplir 6 años cuando lo vio por última vez. Benjamin sintió un nudo en la garganta, al igual que todas las veces que pensaba en su padre.

La madre de ambos había tenido que trabajar dobles turnos varios días de la semana, durante casi todas las semanas que Benjamín recordaba. Esto lo había inspirado a concentrarse tanto en sus estudios como en el futbol, para lograr conseguir una beca deportiva en la universidad estatal. No le gustaba ser mariscal de campo, por muy bueno que fuera, pero si de esta manera conseguía ayudar a su madre a que no tuviera que pagar los gastos de su universidad, entonces estaba decidido a ser el mejor mariscal de campo que pudiera ser durante los siguientes tres años que le restaba de universidad. Lo que él realmente deseaba era convertirse en un afamado escritor, soñaba con la fama, el dinero, y hasta antes de conocer a Natalia, también había soñado con las chicas. Así que cuando no entrenaba o iba a los partidos, se avocaba por completo a sus estudios en la universidad, en su carrera de Letras. Cuando iba a clases y leía a Proust, a Steinbeck, a Hemingway, soñaba con algún día ver su nombre en los anaqueles de las librerías del pueblo junto a ellos.

Pasó una hora, y Benjamin estaba a punto de darse por vencido, había pedido la cuenta, aunque sólo había ordenado una malteada, y ya sabía cuánto costaba, así que se limitó a dejar un billete de 1 dólar sobre la mesa y se puso en pie. La mesera de tierna sonrisa que lo había mirado con ojos tristes al percatarse de que el chico había sido plantado, merecía quedarse con el cambio como propina. Se puso la chamarra del equipo de futbol de la universidad y dio media vuelta. 

-¿A donde vas, Ben Walker?

Ante él, estaba plantada la chica más hermosa del mundo, con su increíble cabello castaño amarrado en una coleta. Ben trató de responder algo ingenioso, algo galante, pero sólo atinó a tartamudear el inicio de una tonta excusa.

-Yo no...,yo, este, eh, yo...

-¿Pensaste que no vendría cierto? -lo retó ella.

-No sé..., no lo sé -respondió él.

-Bueno, pues ya estoy aquí. ¿Qué vamos a hacer?

Era como si Natalia ni siquiera se hubiera planteado la posibilidad de que Benjamin pudiera estar enojado con ella por hacerlo pensar que lo había plantado. 

-Debería irme de aquí -dijo él, irritado ante la idea de que ella se estuviera burlando de él, ni siquiera le había pedido una disculpa por llegar tan tarde.

-Haz lo que quieras -se limitó a decir ella. Y acto seguido se dirigió a la mesa y se sentó.

Ben dio media vuelta, y dio un paso en dirección a la salida.

-Por cierto -le gritó ella-. Disculpa por llegar tarde. No es que te deba una explicación ni nada, pero no fue mi culpa -Benjamin se detuvo, pero siguió dándole la espalda a Natalia-. Supongo que no me vas a creer, pero mi papá me pidió ayuda con algo importante.

Benjamin no lo sabía, no había forma en que pudiera saberlo, pero en su fuero interno, Natalia deseaba ardientemente que él la creyera, que aceptara sus disculpas, volviera y pudieran finalmente tener esa primera cita que ella tanto había aplazado por culpa de su orgullo. 

Él se dio media vuelta, con los ojos aún restallando con el brillo del enojo.

-¿Lo dices en serio?

-Podré ser muchas cosas -contestó ella con una amplia y sincera sonrisa-, pero no soy una mentirosa.

Una mesera pasó rozando a Ben cuando este dio un paso hacia la mesa, la cual también estaba decorada con un mantel que parecía un tablero de ajedrez de cuadros blancos y negros, y casi chocó contra él. Natalia soltó una sonora carcajada ante la expresión de susto de Ben al casi ser arrollado por una chica de la mitad de su tamaño y en patines, y toda la gente del local volteó a verla. Primero Ben se sonrojó por la burla de Natalia, y luego ella se sonrojó por las miradas de los demás adolescentes clavadas en ella.

En ese instante, Ben incluso olvidó por qué se había enojado hace apenas unos instantes. Se sentó en la mesa, frente a Natalia, y ordenó dos malteadas y hamburguesas. Y finalmente pudieron tener esa primera cita que ambos tanto habían añorado.

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Su mente volvió al presente, a 2017. Benjamin Walker estaba sentado en un banco del parque. Ese era el lugar preferido de Natalia. A ella le encantaba porque desde ahí uno podía dar de comer a las palomas, y tenía una vista privilegiada de las aguas azul marino del enorme lago. Él jamás le había prestado mucha atención a los detalles, el lago nunca le había parecido particularmente bello, y sólo en muy raras ocasiones solía acompañarla.

Pero ahora que intentaba apreciar la vida a través de los ojos de su difunta esposa, veía todo desde una perspectiva diferente, todo lucía más colorido y cada simple detalle era lo más importante. Veía a un pato deslizarse por las tranquilas aguas del lago, dos palomas blancas y una gris comían las migas de pan que él había tirado al suelo y el sol lucía mucho más radiante que nunca. Ni siquiera los dolores de su viejo cuerpo le impedían apreciar todo esto. 

En su última carta, ella le había pedido que viviera la vida con renovada intensidad, que no sucumbiera ante la tristeza, y que fuera un pilar y no un lastre para sus hijos. Y sobre todo, le había pedido que viviera por ambos, que amara y disfrutara a sus nietos todo lo que ella ya no podría. Y estaba decidido a cumplir con los deseos de su mujer. 

Pero aún no aprendía a cómo superar la tristeza. La nostalgia lo invadía desde el primer instante en que despertaba, hasta que se iba a dormir por las noches. Estos sentimientos lo acompañaban allá a donde fuera y no lo dejaban solo ni un instante. Se habían vuelto sus compañeros inseparables. Cuando pensaba en su esposa, las lágrimas siempre amenazaban con salir a la superficie, y su voz se entrecortaba. Le había prometido que no estaría triste por ella, pero era tan difícil, los recuerdos eran tan nítidos, tan vívidos y tan intensos, que cada memoria que tenía con ella parecía haber sucedido apenas el día anterior, aunque hubiera pasado hace sesenta años.

Ese día iría a cuidar a sus nietos, los hijos de Ben Jr. su hijo mayor, así que se quitó la tristeza de encima, cerró los ojos, pensó en su esposa, en su cálida mirada y su dulce sonrisa, y cuando una suave y fresca brisa sopló en el parque, Benjamin sintió que su esposa estaba con él, y que el tacto del viento  traía consigo una caricia de su esposa. La sintió a su lado, sonriéndole a las aves, y con la mirada perdida en el lago. Imaginó su blanco y largo cabello ondeando al aire y abrió los ojos.

Seguía solo, pero eso no importaba, durante unos segundos ella había estado ahí con él, sentada a su lado y disfrutando de un cálido día de verano, y eso era todo lo que importaba. Sonrió, se puso en pie y fue a casa de su hijo.

-Voy con nuestra familia, amor. Aún no puedo creer la hermosa familia que formamos juntos. Ojalá pudiera ir a 1958 y decirle a nuestras versiones jóvenes de ese entonces que al final todo va a estar bien. Que al final sí tuvimos nuestro "Felices para Siempre."

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Siguiente Capítulo:

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Capítulos Anteriores:

A Short Love Story (3)

A Short Love Story (2)

A Short Love Story (1)











1 comentario:

  1. Que historia tan hermosa, deseo leer la novela y saber que paso con los personajes, la verdad me encanto mucho.

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