Suspiras un segundo, pestañeas sólo por un instante, y cuando el momento ha pasado, cuando abres los ojos, te das cuenta que todo ha cambiado, el mundo en el que creciste ha dejado de existir, dándole paso a algo nuevo, algo áspero, lacerante, un mundo donde la ley del más fuerte es la que prevalece.
Tales eran los pensamientos, o más precisamente, recuerdos, que cruzan la mente de James Ford mientras avanza por la desértica y calurosa carretera sobre su moto deportiva a casi 120 kilómetros por hora.
Detrás de él, en diferentes tipos de motocicletas -pero todas veloces-, van los hombres que forman una especie de séquito, los más valientes a quienes no les dio miedo salir de la seguridad del bloque de calles en el que se han atrincherado desde el incidente.
El sol golpea inmisericorde el torso desnudo de Ford, pero el cálido viento aminora el efecto quemante. Pasan ante un letrero que indica la entrada al pueblo contiguo. Un kilómetro adelante, un grupo nutrido de hombres les cortan el paso, bloqueando la carretera con dos camionetas blindadas y ocho hombres con sus respectivas motocicletas. Se detienen. Ford puede sentir el frío sudor deslizándose por su espalda, la garganta seca que parece tener paredes de lija y el corazón comenzando a aumentar de velocidad las pulsaciones con que da señales de vida.
Baja de la motocicleta y hace una advertencia a sus hombres. Los tres lo escuchan impávidamente, llenos de valor, o cuando menos aparentando no tener miedo. Esto lo hace sentirse orgulloso de ellos.
-No se bajen- les dice cuando ve que tienen la intención de imitarlo-.Si algo sale mal, no quiero que se enfrenten a esos hombres. Conozco a Detrick, siempre se rodea con gente similar a él, y no tendrán reparo alguno en hacer de esta reunión un baño de sangre. Sólo quédense en sus motos, y si tienen que irse, háganlo. vayan a toda velocidad y no volteen atrás- guardó silencio, los miró a todos y vio una sombría determinación en sus rostros, algo que no hubiera imaginado hace pocas semanas, cuando muchos de ellos no eran más que profesionistas-. ¿Entendido?- les gritó con decisión.
-Sí- respondieron casi al unísono.
Entonces atrancó su moto con el pedal para que ésta no cayera al suelo. Acto seguido se quitó la escopeta que llevaba colgada a la espalda y se la entregó a sus hombres.
-Si muero hoy, les será más útil a ustedes que a mí en esta situación.
Y luego avanzó con pasos decididos hacia Detrick y los hombres que lo aguardaban fuertemente armados. El miedo le atenazaba el pecho como dedos de una gélida mano.
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Capítulos anteriores:
Nuevas Reglas
COP
Breves Relatos al Borde del Fin del Mundo Vol I
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