lunes, 9 de enero de 2012

¡Démosle una cordial bienvenida al Fin Del Mundo!

Quedareís maravillados con lo que estais a punto de presenciar. Vuestra imaginación pocas veces ha visto algo igual, tan estrafalario, tan insano y absurdo. Asegurate de llevar bien pegada la cabeza al tronco, porque al entrar aquí corres el riesgo de perderla.


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En algún oscuro rincón de una calle poco transitada, detrás de la protectora seguridad que le brindan unos tupidos arbustos, permanece un hombre, en cuclillas y con unos binoculares casi pegados a los ojos, sólo observa, impaciente, con las manos sudorosas y el pulso agitado, sabiendo que ella está a punto de pasar por enfrente, de camino a su casa. Conoce sus horarios, su rutina, en resumen, la conoce mejor de lo que ella misma lo hace. La observa con la atención y paciencia de un científico que estudia sus muestras, todos los días, a las mismas horas, cabalmente, sin fallar ni una sola vez.


Dentro de alguna celducha, probablemente de las que se encuentran en la esquina, aquellas tan lejanas de la entrada que a los guardias les da flojera acercarse, se escuchan los ruidos de un preso violando a otro. Repitiendo el mismo crimen desde hace diez años, los mismos que llevan compartiendo celda, todas las noches, a la misma hora, casi con la precisión de un reloj nuclear.


Un sujeto pálido, obeso, y con profundas ojeras deslizándose desde una comisura de los ojos hasta la otra, permanece sentado en su sillón, con el mando inalámbrico de la tele sujeto a su  flácida mano. Hace tres años que no sale de casa, no tiene amigos, familiares, ni nadie a quien le pueda importar un carajo si muere o no. Pero no importa, desde hace años la certidumbre de que morirá solo anida en su interior. Su madre murió hace tres años, dejándole una muy importante herencia a él; su único heredero. Hizo los cálculos y puede vivir durante ciento treinta y tres años, tres meses y tres días manteniendo sus gastos en cien dólares diarios. Desde entonces no hace más que ver tele todo el día, ordenar comida y defecar. No hay de qué preocuparse, el dinero guardado en el banco también genera intereses.


En algún lugar de una hermosa isla tropical, una bella mujer -viuda 3 veces, a sus apenas 28 años-, se regocija con el plan que ha urdido para matar a su actual esposo, un decrépito y no por eso menos asqueroso anciano de 76 años. Podría dejar que la naturaleza siguiera su curso natural, pero la paciencia es una virtud de la que carece. Se mira al espejo del tocador, unos irreales ojos verdes le devuelven la mirada, debajo de ellos una tez pálida, impecable y pálida se torna en sonrisaalrededor de su boca. De niña siempre deseó ser millonaria, tener millones y millones de dólares. Ahora ha conseguido su meta. Claro que la forma en que lo hizo esta peculiar viuda negra, no fue el más ortodoxo, pero a quién importa. Se da la vuelta y espera. Entonces entran los hombres a quienes ha contratado para que finjan un robo y maten a su esposo. Evita dirigirles la palabra, sólo calla y aguarda. Uno se acerca hasta ella, no sabe cuál de los 3 es, no importa, el hombre rápidamente desenfunda el cuchillo con un sonido frío y metálico y se lo clava debajo del estómago, en una herida poco más que superficial. Ella cae al suelo, mareada y a punto de desmayarse, sabe que no está herida de muerte, pero aún así, no está acostumbrada al dolor. Los hombres pasan hacia la habitación contigua, donde se halla su esposo. perfecto, todo marcha según el plan.

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