Lo último que pasa por mi mente antes de que todo se desvanezca es el recuerdo de ella, de sus ojos almendrados, su cabello negro ondeando al viento la última vez que estuvimos en la playa. Iris West, la mujer más fuerte que he conocido, la mujer que es capaz de doblegarte con una mirada. La mujer de mis sueños.
Lo único que espero es que ella sea capaz de sobrevivir a este nuevo mundo, un mundo que parece haberme derrotado...
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Dos hombres permanecían parados uno frente al otro en medio de un bosque otoñal, donde los árboles comenzaban a perder sus hojas, las cuales cubrían todo el suelo en un manto café. El sol estaba a pocos minutos de asomar por el horizonte.
Uno de los hombres vestía de negro, el otro llevaba un traje color escarlata y una máscara del mismo color que le cubría parte del rostro, y dejaba expuesta su boca y su mentón. Tenía el logotipo de un rayo amarillo en medio del pecho.
-No sé cómo diablos hiciste para vencer a Superman, pero te advierto algo, yo soy más, mucho más rápido que él -dijo el hombre de rojo, al tiempo que una sonrisa de autosuficiencia cruzaba su rostro.
El hombre de negro permanecía impasible. Tenía unas pesadas botas negras, una chamarra larga que parecía gabardina y los brazos cruzados sobre el pecho.
-¿Tienes algo que decir antes de que acabe contigo?
El hombre de negro aguardó un poco más, la mirada clavada en su interlocutor. Finalmente contestó.
-Flash, siempre tan arrogante.
-Arrogante o no, estás acabado -respondió Flash.
-A estas alturas deberías saber que si Superman no fue capaz de detenerme, tú no eres un rival nada digno para mí -ahora quien sonrió con malicia fue el hombre de negro.
Entonces Flash, sin previo aviso echó a correr a una velocidad imperceptible para el ojo humano. Donde una fracción de segundo antes había estado parado, ahora sólo quedaban las hojas que la ráfaga de viento generada por su velocidad había levantado por los aires, las cuales permanecieron suspendidas en el aire mientras caían lentamente de nuevo hacia el suelo.
Flash se acercó hasta el hombre de negro, y alzó el puño, dispuesto a dar el golpe que lo noquearía al instante. Pero su oponente lo esquivó fácilmente moviéndose un paso hacia la izquierda. Flash golpeó a la nada, y estuvo a punto de perder el equilibrio. Se giró rápidamente. El hombre de negro lo miraba con una sonrisa en los ojos.
Entonces Flash tuvo una repentina punzada de miedo que le recorrió la espalda. Pero se deshizo de esta sensación al instante. Ya se había enfrentado antes a villanos más fuertes, más rápidos y con más experiencia que él. Volvió a echar a correr directo hacia el hombre, imprimiéndole a sus piernas toda la velocidad de la que fue capaz, sintiendo cómo la Fuerza Veloz atravesaba todo su sistema como una corriente eléctrica. Corrió casi a la misma velocidad que se requería para romper la barrera del tiempo. Pero no fue suficiente.
El hombre de negro avanzó un paso hacia Flash con la mirada llena de curiosidad, captaba todos los movimientos del héroe como si estuvieran en cámara lenta, giró a la derecha, al tiempo que Flash lanzaba su ataque, y con una terrible precisión, el hombre de negro le asestó un fuerte puñetazo a Flash en el oído. La sangre que comenzó a manar por debajo de la máscara pronto le cubrió la mejilla izquierda en macabros riachuelos rojos.
En ese momento Flash sintió que el mundo daba vueltas a su alrededor. Hincó una rodilla en el suelo para intentar mantener el equilibrio. A través de la bruma de la sangre, veía al hombre de negro con una enorme sonrisa burlona en los labios. Por la forma en que se había movido, Flash supo que ese sujeto no era un velocista, le faltaba la gracia y la agilidad que los caracterizaba. Se movía más bien como alguien que apenas está descubriendo que posee una velocidad superhumana. Y aún así, el hombre de negro era mucho más rápido que él.
Flash hizo acopio de fuerzas y se puso en pie. Su metabolismo acelerado ya comenzaba a sanar su oído lacerado. El hombre de negro simplemente lo miraba con curiosidad, como preguntándose "¿Qué vas a hacer ahora, Flash?"
Así que Flash volvió a correr hacía él como si la vida se le fuera en ello. El hombre de negro lo detuvo en seco, tal como había hecho con Superman, y lo tomó por el cuello. Llevando a cuestas a Flash corrió hacia un árbol y estampó la espalda del héroe contra el duro tronco. Más hojas cayeron, el árbol se ladeó un poco pero las raíces aguantaron, y a Flash se le escapó todo el aire del pecho.
-¿Algunas últimas palabras, Flash, algún último chiste estúpido que contar? -preguntó el hombre sádicamente al tiempo que con la mano libre le arrancaba la máscara del rostro.
Debajo de la máscara Flash no era más que un muchacho común, no tendría más de treinta años, y en su rostro no había más que dolor. Pero el hombre de negro no se inmutó, la piedad no era algo que entrara dentro de sus cualidades.
Flash tosió un poco de sangre, como si intentara decir algo. El hombre de negro comenzó a apretar más su mano en torno a la garganta del héroe vencido.
-¿No tienes nada que decir? Bueno -respondió a su propia pregunta.
Ahora sus dos manos se apretaron contra la garganta del superhéroe y la oscuridad más funesta se cerró sobre la conciencia de Flash.
El último pensamiento que cruzó su mente antes de caer rendido ante la Nada, ante la inconsciencia, fue el recuerdo de la mujer que amaba. Lanzó una plegaria silenciosa para que Iris West estuviera bien cuando él ya no pudiera protegerla.
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Oliver Queen permanecía sentado, con la mirada perdida y los codos sobre la barra de aquel bar de mala muerte. Entre los dedos temblorosos sostenía un vaso lleno de whisky. Seguía debatiéndose si beber o no. La luz de las farolas se colaba por las ventanas altas del local y atrás de él, un motociclista gordo y su fea novia jugaban billar.
La mayoría de las mesas estaban vacías. Aunque ya era de noche, aún no era tan tarde como para que hubieran salido de sus escondites toda la escoria de la ciudad. La chica que atendía la barra se le quedó viendo durante un par de segundos, hasta que él sintió la mirada sobre su piel y volteó a verla. Ella rápido desvió la mirada, sonrojada y frotando con más fuerza de la necesaria el vaso que estaba secando con un paño.
Oliver se preguntó qué hacía una chica como ella en un lugar así, no era una supermodelo ni nada, pero no parecía tener el porte ni lo necesario para soportar a la clase de personas asiduas del local. La chica tomó el control remoto, como para disimular que hacía algo, y encendió el televisor.
De nuevo lo estaban pasando. Desde el día anterior era todo lo que salía en la tele, lo único de lo que todo el mundo hablaba. La total y arrolladora derrota de Superman a manos de ese misterioso hombre vestido de negro.
Oliver había visto esas imágenes tantas veces que ya se las sabía de memoria. Nadie tenía noticias de Superman. Volvió a contemplar el vaso entre sus manos. Llevaba años sobrio, se lo había prometido a Laurel antes de que ella muriera, le había prometido que viviría su vida de la forma más decente posible. Sentía que beber sería como traicionar su memoria, traicionar todo lo que algún día había anhelado llegar a convertirse.
Aunque ahora todo se había ido al carajo, ahora nadie estaba a salvo, y él se había dado cuenta que un sólo hombre no puede hacer la diferencia, ni siquiera alguien como él. Una ciudad podrida no se enmienda, y si la tratas de reparar, lo único que consigues es que te vomite, que te eche a patadas o te destruya, y que mate a tu novia en el camino. Una ciudad podrida no quiere ser arreglada. Ahora él tenía eso muy claro.
Su celular comenzó a vibrar dentro de su pantalón. Dejó el vaso sobre la barra y sacó el teléfono. Era un mensaje de él. Desbloqueó el celular y abrió los mensajes.
"Tenemos que reunirnos todos, el mundo nuevamente nos necesita."
Era todo lo que rezaba el críptico mensaje. Aunque el mensaje en sí no necesitaba decir nada, saber quién era el remitente era todo lo que se necesitaba para saber todo. Ese maldito murciélago. Siempre queriendo luchar por causas perdidas, siempre queriendo salvar el mundo. Probablemente pensaba que podía prevalecer allí donde Superman había sido derrotado.
En lo que a Oliver Queen respectaba, el mundo se podía ir al carajo. Podía salvarse solo o perecer, él ya no seguiría luchando por causas perdidas ni por gente que no deseaba ser salvada. Volvió a tomar el vaso entre sus manos y tomó una decisión. Lo llevó hasta sus labios y apuró de un solo trago toda la bebida.
Sí, el olvido era todo lo que necesitaba. Quizá si se olvidaba de todo el dolor, de todas las penurias, si las anestesiaba con alcohol, quizás finalmente podría comenzar a tener una vida normal.
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Capítulo anterior:
Legends 1 (Superman)
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