jueves, 7 de mayo de 2020

La importancia de ser empático



Artículo escrito por Juan Carlos Núñez Macías. Artículo de Invitado #47

¡Gente! Es la primera vez que utilizaré este canal para desahogarme y a la vez, generar algo de empatía en quien se tome el tiempo de leerme.

A ver, la cosa está así: hace más de un mes nos pidieron cordialmente quedarnos en casa para evitar la propagación del mentado COVID-19. Todo mundo estaba vuelto loco porque era nuevo para todos; oías noticias del mundo, Europa principalmente, y sonaba tan lejano. Pero entonces llegó y nos vimos confinados a cuatro paredes.

La economía se detuvo porque era lo más razonable por hacer: ninguna empresa o fajo de dinero vale más que la vida de alguien o de muchos “alguien”. Pero, ¡oh sorpresa! Vivimos en un mundo capitalista y las empresas – la gran mayoría de ellas – piensan alrededor de una sola cosa: el dinero. ¿Y las vidas, apá? Pues no, quizá no sean la prioridad.


Y no, estimado lector, no se me malinterprete, ya pasé por ese proceso de debate interno: por supuesto que es imposible detener la economía, es incluso medianamente ilógico. Las empresas continúan con sus deberes como empresa que requieren de liquidez financiera: nóminas, rentas, proveeduría… no sé, mil cosas. Y pocas se pueden dar el lujo de detenerse así como así, y otras, aunque pueden, no quieren. Y claro, uno como consumidor necesita cosas para seguir consumiendo. ¿Por qué? Porque sí. Porque nos gusta y a nadie le viene bien negarlo. Así que el canal ideal era Internet: es rápido y es seguro. ¡Es cero contacto! Era la idea perfecta para mantener activa la economía y al mismo tiempo, al mercado ocupado y entonces, las empresas tienen liquidez para mantener a sus trabajadores y cumplir con sus compromisos financieros. Una reacción en cadena.

Sólo que olvidamos una pequeña pero importante cosa: para que lo que compraste en Internet llegue a tu casa, hace falta que una persona lo ponga en una caja… y otra maneje la camioneta que se estacionará afuera de tu casa, donde tú estás siguiendo la indicación de quedarte en casa. Pero, ¿y todas esas personas… no son importantes?

Siendo más crudos: mientras tú cuidas de tu vida y la de tu familia, alguien más la pone en peligro por ti, y por muchos más.

Y es que esa es la realidad.

Hace más de dos años me desempeño como coordinador de marketing para una empresa textil, o sea, vendemos ropa, y una de mis principales funciones es la gestión de las ventas en línea. Y entonces, desde que La Jornada Nacional de Sana Distancia fue declarada, todos los que nos encontrábamos en esa área, no podíamos dejar de ir a la oficina porque había que vender y la empresa necesita dinero. Y entonces tú lo entiendes y te sabes parte del rompecabezas, al tiempo que asumes tus funciones, sin embargo, también sabes que, de alguna manera, tu vida está en riesgo. Porque el problema no es estar en la empresa donde se han tomado todas las precauciones, no. El problema es subir todos los días al transporte público con gente que aun después de más de 60 días sigue creyendo que no existe y no toma las medidas de prevención… o de la delincuencia que, si de por sí ya era alta, ahora que hubo despidos y muchas familias quedaron sin sustento, no queda de otra.

En el mejor de los casos, te asaltan. En el peor, te contagias y corres el riesgo de contagiar a tu familia.

Y, mientras tanto, tu bandeja de correo electrónico se llena de personas que presionan y preguntan por su compra – a pesar de que hay mil anuncios de los retrasos y que incluso, no se tendría que preguntar, ¿no es evidente qué país está pasando por una crisis donde hay cosas más importantes que *inserte aquí el producto*? –molestos incluso.

Y aquí está el dilema y el punto: si bien es cierto que, las empresas acarrean un compromiso al momento en el que haces una compra, ¿no deberíamos ser compresivos sin que nadie nos lo pidiera? O sea, comprender la situación y saber que hay cosas más importantes y que hay vidas que se están jugando para que tú puedas tener tu producto en la seguridad de casa. Porque entonces, se crea una cadena interminable: aumentan las ventas, se necesita más personal para satisfacer a todos los clientes y entonces, son vidas que se deben poner en riesgo. Y ninguna vida vale menos que las otras. Todos y todas deberíamos tener el derecho de cuidar de nuestras vidas. Pero sí, el tercer mundo duele.

Pero duele más la falta de empatía y comprensión de la gente. Por ello, amigo lector, te quiero pedir lo siguiente: la próxima vez que compres en línea durante este periodo de cuarentena, piensa en lo que te acabo de platicar. Sé paciente, sé comprensivo y sobre todo, sé empático. Y no cuestiones la calidad en el servicio de la empresa, porque la empresa la manejan personas que están haciendo todo, y digo todo en realidad, para cumplir con su trabajo y su papel en la sociedad.

Como sociedad, debemos aprender a cuidar los unos de los otros y saber que no somos ni los únicos clientes, y mucho menos, la prioridad en estos momentos, porque las personas, seguro tienen sus preocupaciones y cosas en qué pensar, más estando en la calle literalmente, jugándose la vida en un volado. Hay que encontrar un equilibrio entre “el cliente primero” y “el cliente comprende que no debe necesariamente ser lo primero”.

Estamos en una nueva era, nueva época. Y esta situación tan crítica debe dejarnos enseñanzas importantes.

Y para mi, esta es una de ellas.


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