Muchas veces es el mismo camino. Una simple bifurcación en el sendero, es todo lo que se necesita para separarlos, para volverlos rivales a muerte.
Quizá incluso, un villano no puede convertirse en tal si antes no recorrió una larga brecha en el trayecto del héroe. Tal vez sólo cuando un héroe es golpeado, aplastado, y pisoteado una vez tras otra, cuando ha visto la futilidad de ser noble, la inutilidad de tener las mejores intenciones, entonces y sólo entonces es capaz de abrirse paso por un sendero más oscuro; el camino del Villano.
Tk. Todo lo que se necesitó para que la humanidad comenzara a planear nuevas formas de pelear, de destruirse entre sí. Pero terminó siendo nada más que una atracción de circo que sólo un pequeño porcentaje de la población mundial poseía.
John Lucen acaba de salir de prisión, su sistema se encuentra en el estado más puro, no hay toxinas que nublen su juicio, ni grasas que alenten sus procesos corporales.
Seis años de intenso ejercicio, junto con la ira arremolinándose en su cerebro y corazón. Hace seis años que no usa su telequinesia, en prisión hubiera sido peligroso hacerlo, los guardias le habrían echado el ojo y la vigilancia sobre él habría sido aún más severa.
Su mente y cuerpo están totalmente sincronizados. Seis años sin hablar casi con nadie, sin preocuparse de nada que no fuera ejercitarse el mayor tiempo posible, tratar de sacar lo mejor de las interminables horas en esa solitaria y mortalmente aburrida celda de dimensiones reducidas, con la capacidad de volver loco a cualquiera de mente débil.
Pero también pasó seis años acumulando ira, una nube roja que parecía palpitar dentro de las paredes de su cabeza, un odio que no se alejaba jamás, se había vuelto un oscuro acompañante, siempre presente, siempre siniestro.
Pero también pasó seis años acumulando ira, una nube roja que parecía palpitar dentro de las paredes de su cabeza, un odio que no se alejaba jamás, se había vuelto un oscuro acompañante, siempre presente, siempre siniestro.
Observa las altas paredes de su enorme piso, el cual se encuentra cubierto por capas industriales de polvo acumulado durante los seis años de abandono.
Su telequinesia nunca fue nada espectacular, al igual que la del resto de gente que la había desarrollado en los últimos años, pero algo en su interior le llamaba a probarla, más bien era como un grito persistente de locura dentro de su cabeza. Una voz que ya no soportaba el haber tenido que privarse del uso de la telequinesia durante tantos años, una voz que anhelaba sangre, violencia.
Una botella vacía de cerveza permanece de pie sobre la mesita de centro frente al sofá en el cual se encuentra sentado. Lo más que cualquiera puede hacer es mover unos centímetros los objetos livianos, hasta ahí llegó la evolución de la telequinesia.
Lucen se concentra, frunce el ceño y cuando estira la mano, en un ademán intuitivo, para guiar la mano invisible de energía que sale de su cerebro, la botella no sólo se mueve, sino que es golpeada por una increíble onda de energía. La botella estalla en mil pedazos y John Lucen se queda petrificado en su asiento, incapaz de asimilar lo que acaba de suceder.
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