lunes, 22 de julio de 2019

El curioso caso del amor para toda una vida

¡Esta semana contamos con el post de invitado #4 en el blog!

Me enorgullece mucho ver cómo cada día vamos siendo más los que colaboramos para que este sea un blog vivo, lleno de contenido entretenido e interesante, para que todos ustedes puedan disfrutar, reflexionar y divertirse semana a semana. 

El artículo de hoy está de nueva cuenta a cargo de Juan Carlos Nuñez, quien nos brinda una profunda reflexión, entremezclada con una pequeña historia. 

Les recomiendo que se queden hasta el final, ya que nos deja con una última sorpresa bastante emotiva. 

EL CURIOSO CASO DEL AMOR PARA TODA UNA VIDA




Crecer es un asunto complicado y nadie te advierte sobre su complejidad y hasta suena divertido en primera instancia, sobre todo cuando por todos lados, estamos rodeados de mensajes, ideas — algunas ciertas y otras más bien falacias — y expectativas. 

Expectativas. 

Los medios nos plantean el cómo será; cuán divertido y genial ha de ser; una serie de sueños se agregan a la lista del “qué quiero ser cuando crezca” y nace esa idea llamada amor. Y es que no todos crecemos con la misma idea sobre lo que es o lo que será, sin embargo, un común denominador, es el hecho de encontrar a ESE alguien (sí, así. Con mayúsculas). Aquella persona cuyo destino es uno con el nuestro; ese ser que sin importar cuán compleja sea tu alma, compra un ticket para sumarse a la aventura.

Ese ALGUIEN con quien despertar a diario; reír, llorar, soñar, construir… crecer. 

Y entonces te entregas, amas, exprimes tu corazón como las películas y las canciones te enseñaron y entonces, viene el inevitable dolor. Sufres, lloras, entiendes las canciones más profundas, para después sanar y empezar desde cero.

Y así un numero de veces que te entregas, que crees… y cuando la esperanza parece haber apagado su llama, cuando crees que has tenido suficiente ¡llega!

Sí, llega. Se planta frente a ti con un par de tenis sucios y un libro bajo el brazo con los rizos alborotados.




De nuevo te vistes de gala y le pones también sus mejores galas a tu ya gastado, roido, roto y remendado corazón para salir de nuevo a la batalla. Ya no hay (tanto) miedo, hay recelo… todo parece ser una nube de algodón de azúcar con atardeceres de caramelo pero, ¿qué tal si…?

Y entonces, esa es la pregunta y se convierte en el dilema más grande desde Hamlet: Ser o no ser. 

¿Qué tal sí…? ¿Qué tal si de nuevo sufro? ¿Qué tal si de nuevo me equivoco? ¡Ya no quiero sufrir, por todos los dioses! 

Fantasmas de humo, recuerdos profundos de un pasado perturbador atacan y embullen de miedo tu corazón y siembran preguntas cual margaritas en primavera. Dudas, tomas precaución y te mueves con cautela.

Tu corazón quiere ir a por todo y tú… pones los frenos a tus pies, a tus instintos. El volante lo entregas a la razón, cauta y siempre precavida para llevarte a otra — quizá — inevitable ruina.

Pero entonces, la luz de ese par de ojos disipa todas esas dudas. Te toma por la barbilla con manos suaves y cálidas; se refleja en tus pupilas y en un susurro te dice “no me iré”

Y, aunque a veces sí son solo palabras, la sinceridad se asoma a través de las ventanas de ESA alma, y entonces, se reconocen como uno. El corazón lo sabe, lo lee como una computadora lee un código de barras y lo reconoce como real, auténtico.

Y no, no es fácil. ¡Para nada que es fácil! 

Se batalla, se lucha… se pelea, pero también se complementa, se convierte en una mano ahí cuando la necesites; un par de brazos que convierten el concepto “hogar” en algo más que un lugar físico. 

Y es así como lo sabes: sabes que, a pesar de todo, sea cual sea el problema o la situación a la que se enfrenten, el amor es más grande.

Y cambias, aprendes, te vuelves mejor. 

Por ti, por esa persona. Por el nuevo conjunto en el que se convirtieron.  

Todo basado en un único concepto: compromiso. Comprometerse a ser, a soñar, a ser auténticos, a cuidarse el uno al otro… y parece que eso es lo que se está agotando: las ganas de generar un compromiso que dure toda la vida; de dejar que el amor de aquella primera vez viva entre ustedes, como la llama de una vela a la que hay que cuidar. 

Hoy ya no hay compromiso; hoy todo es el placer que la carne provoca. Así es más fácil: no hay dolor. 

Pero al final, creo que todos necesitamos — algunos muy consciente y otros muy inconscientemente — de esa clase de amor. 

Porque el amor viene en toda clase de presentaciones, pero ninguno se compara al que te inunda cuando, por más que aparezca el sendero del futuro frente a ti, no le puedes encontrar sentido sin la persona que es tu guía; tu mapa, el último puerto y tu ancla. El punto final que marca un nuevo comienzo. 

Así que, ¡sal ahí y búscalo y deja que te encuentre! Ve y escribe tu propia novela romántica: algo de drama, algo de comedia y mucho romanticismo. 

Sé empalagoso como la miel y déjate apapachar. ¿Qué es lo peor que puede pasar?

Siempre vale la pena seguir luchando, aun cuando las alas parecen rotas.

(Dedico este texto a quien me enseñó a ver así el mundo: como nuestra propia utopía, como algo inefable. Dedico este texto a Leonardo, pues a su lado he decidido descubrir la vida.)

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