El título de este capítulo es una referencia directa a la serie HÉROES, en cuya primer temporada la consigna principal era: ¡Save the cheerleader, save the world! (¡Salven a la porrista, salven al mundo!) |
El cuarto se sumió en un silencio sepulcral cuando el rey dejó sus últimas palabras flotando entre ellos, como una densa niebla donde habitara la oscura versión alterna de la realidad en la que podría estar ahora todo el reino de no haber sido por Eon e Ilan.
Finalmente, el silencio se rompió cuando Eon comenzó a despertar tal y como Ilan lo había hecho minutos antes.
—Has salvado a los dos muchachos —se
alegró el rey.
Syrius asintió con humildad y se limitó
a hacer una leve reverencia con la cabeza.
—Pensé que estaría muerto —dijo Eon
Musk apenas abrió los ojos.
—No estuviste lejos muchacho —respondió
Syrius en tono enigmático —. De hecho, los dos sí que pasaron tiempo a las
puertas de la muerte. No me extrañaría que empezaran a tener pesadillas a partir
de ahora..., pesadillas o recuerdos.
Todos quedaron mudos ante tan lúgubre
recibimiento por parte del mago rojo. El rey, un hombre acostumbrado a los
banquetes, los grandes recibimientos y a los bufones en la cena, no le agradaba
particularmente este ambiente tenso, así que decidió cambiar de tema.
—El reino, sus habitantes, y sobre todo
yo mismo, les estamos eternamente agradecidos. Como rey, les debo mi completa
gratitud, pero como padre, estoy en deuda con ustedes. Una deuda que jamás
alcanzaré a pagar, lo que hicieron, salvar a mi hija, es una deuda que
simplemente no se puede saldar en una vida.
La cabeza de Eon aún daba vueltas y más
vueltas, por lo que sólo pudo llevarse la mano al pecho y hacer un gesto para
hacerle ver al rey que era empático con sus palabras y su sentir.
—Cualquier guardia que se hubiera
percatado de lo que estaba a punto de suceder habría hecho lo mismo —aseguró
Ilan Thorpe con un dejo de falsa humildad que no le pasó desapercibido a
Eon.
—No estés tan seguro de eso muchacho.
Poner la propia vida en riesgo para salvar a una desconocida, aunque se trate
de una princesa, no es algo que cualquier persona haría —dijo el rey.
—Supongo entonces que por eso somos la
Guardia Draconiana —afirmó Ilan —, no somos como cualquier persona —”Somos
mejores” quiso decir en voz alta, pero se abstuvo. Mostrar su arrogancia
habitual no sería prudente frente al rey, sin importar qué tan carismática
fuera la forma en que lo expresara.
Syrius permanecía atrás del rey,
aparentemente se había retirado a un plano secundario de la habitación, como si
la conversación le resultara trivial o como si él no formara parte de ella, sin
embargo, prestaba atención a cada palabra de ella.
Las palabras de Ilan quedaron sin
contestación, y el rey se giró hacia Eon.
—Y dime muchacho, ¿cómo fue que te
percataste del atentado?
Entonces Eon explicó su versión de la
historia, desde que estaba con Aladan frente al edificio rojo, el metal que se
veía en la cornisa que se parecía sospechosamente a una ballesta, su ascenso
apresurado a través de las plataformas en la pared, hasta la brutal pelea que
había tenido lugar cuando se enfrentó a ese asesino experto, el cual era tan
habilidoso que ni siquiera Eon con sus poderes mágicos había sido capaz de
detenerlo del todo. Después les dijo lo que había venido a hacer a la capital,
y también que era su primer día allí.
Durante todo el rato en que Eon habló,
Syrius no paró de mirarlo fijamente con los ojos entrecerrados, atento a cada
palabra del muchacho, hasta que finalmente su impaciencia pudo más, y tuvo que
interrumpir el relato.
—¿El asesino te dijo algo? —preguntó de
manera hostil, como si recelara de la historia de Eon.
—Nada —respondió el chico —estábamos
demasiado ocupados tratándonos de matar el uno al otro —y dirigió una mirada
amenazante hacia el mago rojo.
—Ya veo —contestó Syrius, al tiempo que
pareció retraerse dentro de sí mismo, dio un paso atrás, su porte se relajó, y
nuevamente pasó a ocupar el ya tan acostumbrado lugar secundario que le
correspondía a los consejeros durante las audiencias del rey.
Entonces el rey, una vez más tuvo que intervenir, para relajar la tensión que vibraba en el ambiente.
—Es tu primer día muchacho, ¡y ya te
volviste un héroe! Si te damos un mes viviendo en la capital , eres capaz de quitarme
mi puesto como rey —bromeó el monarca, al tiempo que su barba se agitaba arriba
y abajo mientras su rechoncha cara reía ante su propio chiste.
Eon sonrió, pero al intentar reír, el
costado le ardió como si lo estuvieran quemando con un hierro al rojo vivo,
allá donde la estrella metálica y afilada del asesino lo había alcanzado. Lo
mismo le pasó a Ilan Thorpe cuando rio y su vientre lanzó un espasmo de dolor
que lo hizo contraerse, fue como volver a sentir la flecha clavada ahí.
El rey entrecerró los ojos y su
expresión se volvió seria, al percatarse del dolor que las heridas aún
provocaban en los muchachos, y recordó toda la gravedad de lo que acababan de
vivir, tanto ellos como él mismo. Cuando volvió a hablar, lo hizo ya sin rastro
de jovialidad y con voz seria.
—De haber muerto mi hija, o su esposo,
o ambos, nos habríamos sumido en un caos con el reino vecino, y eso es algo que
no necesitamos justo ahora, con estos tiempos tan volátiles que corren.
—¿Por qué lo dice? —preguntó Ilan.
El rey guardó silencio y pareció
meditar demasiado su respuesta, como si esa simple pregunta lo hubiera tomado
por sorpresa. Syrius sabía bien a qué se debía eso. El monarca no se sentía a
gusto platicando con casi ninguna persona sobre el tema de su heredero varón…,
o la falta de este. Y para contestar la pregunta del joven rubio, lo más fácil
habría sido sacar el tema del heredero. Syrius contempló expectante y con
disimulada curiosidad la escena, en espera de ver qué diría el rey a
continuación.
Entonces el rey procedió a contarles
que habían estado llegando sombríos rumores a la corte durante las últimas
semanas desde el Norte, desde el muro de Adriano.
—Y es por eso —dijo el rey—, que el
asesinato de la princesa hubiera roto el frágil equilibrio en que está la paz
con el reino vecino, y si este se rompiera, si dos casas de los reinos más
poderosos del país entraran en conflicto, el resto de casas podrían aliarse con
una o con otra, para iniciar una Guerra Civil.
Una vez más, las palabras quedaron
flotando en el aire, mientras el rey parecía perdido en sus pensamientos. Pero
aún no terminaba de hablar, los demás se percataron de esto, así que no dijeron
nada hasta que el rey se decidió a hablar de nuevo.
—Y si los rumores del Norte son ciertos
—dijo en un tono funesto —, una guerra civil justo ahora sería lo peor que nos
podría pasar. No sólo a nuestro reino, sino también al resto de reinos al sur
del Muro de Adriano.
—¿Pero qué son estos rumores, de qué
tratan? —preguntó Eon, visiblemente interesado.
—Bah, no tiene caso ni pensar en ello
—intervino Syrius, intentando restar importancia al asunto—, probablemente no
sean más que las alucinaciones de un guardia borracho que perdió su disciplina
estando tan lejos de la capital, huyó del asentamiento que tenemos en la
frontera con el muro y espantado por sus visiones al llegar al pequeño poblado
de Dune, decidió mandar un mensaje absurdo a la capital.
—Esperemos que así —contesta el rey —,
por que si lo que ese guardia loco puso en su mensaje es cierto, entonces…
—¿Entonces qué? —volvió a preguntar
Eon.
—Entonces hay que estar agradecidos con ustedes de
haber evitado que estallara la semilla de una Guerra Civil en el país.
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